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Carmen Pérez Novo

El uso de sexo de pago en jóvenes

El consumo de sexo de pago está arraigando entre los jóvenes. Recurren a ello como un mero entretenimiento. Incluyen clubs de prostitución en su ruta de ocio. Van a tomar unas copas y, en muchas ocasiones, acaban juntos en una misma habitación con una prostituta a la que se intercambian. Y si no tienen dinero para eso, echan a suerte quién se va con ella. Se trata de un comportamiento que tienen muy normalizado. La situación no les provoca ninguna reflexión o debate ético. La mayoría de ellos no son ni conscientes de que están haciendo algo que puede ser éticamente reprobable o, directamente, ilegal. Sencillamente, lo consideran una diversión.

Sin embargo, los expertos apuntan a que, a estas edades, esto puede acarrearles serios problemas emocionales. Argumentan para ello que estos chavales, además de ahorrarse los prolegómenos, se sienten atraídos por la idea de que tienen el poder sobre la mujer ¿Y en qué pueden desembocar estas situaciones y nefastas actitudes, en un futuro, para esos jóvenes? Pues, según ellos, en la violencia de género.

Lo que nos faltaba. Y tanto es así, que no es un secreto que, lejos de desaparecer, la violencia machista también está naturalizándose entre los más jóvenes en España. Una de las últimas encuestas del CIS arrojaba que una de cada 4 chicas había sido víctima, en alguna ocasión, de violencia machista. En el ámbito de la pareja, trabas para relacionarse con amigos, presiones causadas por sospechas de infidelidad o indiferencia en el trato, son las conductas más asiduas a las que han tenido que hacer frente. Muchas cosas debemos estar haciendo mal cuando, además, una de cada 3 españolas, de entre 15 y 19 años, ve aceptable este tipo de actitudes.

En una sociedad en la que incluso existen aplicaciones móviles que ponen en contacto a personas para mantener relaciones íntimas, con un mayor acceso a la educación sexual y en las que se lanzan continuamente campañas de igualdad de género, sorprende, de manera significativa, que algunos adolescentes tengan esta nefasta visión de la mujer. Todo ello, señoras y señores, gústenos o no, evidencia las enormes fisuras de nuestro sistema educativo. Y de la educación familiar. Sobre todo, los padres y las escuelas, son las responsables de que la tolerancia, la igualdad y los valores cívicos ocupen un lugar central en la educación de nuestros jóvenes.

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