Baleares y el cuento de nunca acabar. Las Islas Baleares, de nuevo, están a la cola de financiación autonómica. Hace unas semanas advertí, en el Debate de Política General del Consell de Mallorca, que, así como está montado el actual sistema, el nivel de gasto de Mallorca es insostenible. La Isla necesita grandes inversiones, por un lado, e implementar un nuevo sistema económico, diversificado, por otro. Es realmente sorprendente la visión cortoplacista de nuestros dirigentes, más centrados en quejarse de la herencia recibida que de preocuparse por el futuro. Si bien, es cierto, que se escucharon algunas propuestas a corto plazo, a todas se le puede contraargumentar con la misma pregunta ¿con qué dinero? Y, ojo, que no es que no sean necesarias las inversiones, pero ¿de dónde sale el dinero para realizar todo lo que es preciso? ¡De los impuestos de todos, claro!

La pandemia ha puesto de relieve lo vulnerable que somos en Baleares, donde más del 80% de nuestro PIB procede directa o indirectamente del turismo. Esta circunstancia ha provocado que la situación económica para demasiadas familias sea crítica. Por ello, ya va siendo hora de reaccionar. No nos deberíamos cansar de reclamar y de defender nuestros derechos: una financiación justa para Baleares y el desarrollo del nuevo REB ¿Dónde ha quedado esa reivindicación «histórica»? En el cajón del ministerio correspondiente lleno de telarañas. Porque para el Gobierno central, las Islas Baleares somos «ricas» solo para pagar. Y para muestra, un botón: en el reparto de fondos destinados a Educación, Baleares recibe solo 28 millones de euros, de un total de 1.486 millones, es decir, solo el 1,9 por ciento del total. ¿Y esto es una buena noticia para el Govern? Esto es un ninguneo en toda regla, a pesar de los intentos por venderlo como algo positivo.

Pero es que a esa escasa financiación, hay que, además, los costes por la insularidad. El alto precio por vivir en el paraíso. Un precio que acaba ahogando a empresarios, autónomos y a las economías de las familias de los isleños. Prueba de ello y, según los cálculos realizados por el economista Pau Montserrat, los costes de la insularidad elevan la inflación en las Islas, lo que repercute en la pérdida de poder adquisitivo de los que vivimos en esta comunidad. Para compensar, de media, los ciudadanos de Baleares tendríamos que cobrar, al menos, 576 euros más al año si queremos mantener nuestra capacidad económica. Eso solo referido a este medidor de riqueza, nuestro sueldo, sin mentar la doble factura de la luz o el precio del combustible más caro de España que, por cierto, ha vuelto a subir y repercutirá de nuevo en la cesta de la compra.

Creo, sinceramente, que todos debemos remar en la misma dirección. Todos juntos, para llegar a la orilla sanos y salvos y no quedarnos en medio del mar a la deriva, encima de una tabla de salvación, esperando a que pase cualquier ministro de turno para ver si le viene bien rescatarnos.

Carmen Martín Gaite, en su obra El cuento de nunca acabar nos invita a participar activamente en la literatura. Y es justamente eso lo que deberíamos hacer los mallorquines: luchar, pedir, reclamar, exigir, quejarnos en el lugar correcto, pero nunca sentarse en el despacho del Consolat de Mar o del Consell de Mallorca y esperar y ver pasar la vida, mejor dicho, ver la legislatura pasar. Porque si no, viviremos en un bucle infinito, en el cuento de nunca acabar.