Opinión

¿Cuánto va a durar esto?

La cantidad de veces que se somete el librero a la pregunta de cómo afectan al sector las nuevas tecnologías y qué incidencia tienen las redes en ese ámbito es solo proporcional a la importancia que se les ha dado en esta forzada aceleración de cambio de modelo. La tendencia de hábitos ya era relevante las dos últimas décadas. Se impuso ir con la receta, en papel o sobre todo en el móvil, al libro de fondo y además en este estado de cosas se empezaba a desincronizar y a desajustar, ya totalmente, la salida de novedades, su recepción en librerías, y la recesión correspondiente en la prensa llamada cultural. Sí, se suele atribuir a la gran cantidad de novedad anual, pero la verdad es que muchos artículos en los suplementos son publicados cuando ya ha acabado la campaña de ese libro, cuando ha padecido su devolución. Cuando antes, en un mes o dos, coincidían los mostradores con la sección de cultura de cada periódico. Hoy el cliente viene con la prescripción recibida en la red: «ha salido esto» o aquello, y te enseñan una novedad de hace siete u ocho meses y a veces incluso pasado el año. Libro que has expuesto en el mostrador o incluso has recomendado, pero que no es hasta que las redes expiden su recomendación que la clienta o el cliente recibe ese «aviso».

Demasiadas veces nos preguntan sobre la incidencia tecnológica en el sector del libro y básicamente esta es importante, pero lo más inquietante y relevante de todo es la remedievalización a la que nos vamos sometiendo. Gutenberg facilitó, con creces, que con los siglos se pudiese llegar a algo parecido a la libertad de pensamiento y a la universal oportunidad de conocimiento.

Hoy paulatinamente se vuelve a la predisposición de recibir la información siempre desde arriba y muchas veces sin aplicar criterios propios. Sí, piensen ustedes que las libreras y los libreros estamos ahí más para orientarlos o para ayudar a encontrar aquello que ustedes están buscando y no encuentran, mimetizadas como quedan muchas obras, que para preescribir directamente.

La incidencia que nos vuelve en muchos aspectos a una «nueva Edad Media» no se puede atribuir exclusivamente a esos avances. Volvemos a lo de siempre, con cada vez menos derechos sociales y pocas horas de ocio, o ninguna, cuanta más precariedad en la vida de las personas, sumando unas crisis tras otras, más se va cronificando este desajuste. Menor tiempo libre, menos horas para el onanismo intelectual. Cada individuo ha visto recortados esos momentos. Observen el fenómeno de la prensa escrita y sí, de acuerdo, lo digital lo trastocó todo, pero ¿están convencidos de que los hábitos y el tiempo del que disponemos es el mismo incluso un domingo por la mañana? Las redes no suponen solo avances, también nos han injertado esa estúpida inmediatez de las más insignificantes paridas y no han encontrado la mínima oposición.

Lo que va directamente a la yugular del hábito lector es la escasez de tiempo real, tiempo libre que nada tiene que ver con el tiempo virtual. Por otro lado, la mala salud de hierro de las librerías siempre existió. Algunos periodistas confundieron la espectacular solidaridad de clientas y clientes en plena pandemia, y al volver, con que los profesionales del libro viesen bien despejado su horizonte. Josep Cots, ese divertido librero veterano de la famosa pajarita, de la Documenta de Barcelona, ya advirtió del espejismo. Muy irónicamente invitó a contemplar cómo poco a poco, pero más pronto que tarde, todo iría volviendo a su lugar en el mismo momento que se reactivase el sector servicios y el ocio volviese a su normalidad más diversa. Y todo confirma que la gente lee cuando le dan un respiro. Así mismo en Barcelona se está viviendo un boom de nuevas aperturas con la consiguiente pregunta de si este es un buen momento cuando la incertidumbre siempre planea sobre el libro. El mismo librero recuerda cuando en 1974, unos meses antes de fundar su emblemática tienda, visitaron distribuidores y fueron a ver a los veteranos de Enlace (hoy ya no existen) y uno de los jefes les contestó: «¿ahora vais a abrir una librería?!», «¿con la crisis que hay?», refiriéndose a la del petróleo de 1973. Hoy la Documenta luce ya casi medio siglo. Ha superado un traslado y una pandemia y siguen formando lectores o personas que todavía disponen, o saben administrar, su tiempo libre. Lógicamente el futuro sigue siendo incierto. Siempre. En la vida es lo que suele suceder, como el respirar y para no parar de hacerlo tanto se puede leer como seguir abriendo nuevas librerías.

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