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Jose Jaume

desde el siglo XX

José Jaume

¿Quiénes en El Pi darían por buenos los pactos con Vox?

Dejando de lado al alcalde Joan Monjo, que sin inmutarse pactará con quien haga falta, sea Vox o los independentistas, en El Pi hay otros dispuestos a todo

En su despedida Lina Pons dejó caer, como quien no quiere la cosa, que en El Pi hay quien no aclara si está dispuesto a llegar a pactos con la extrema derecha de Vox. La velada admonición iba dirigida a Josep Melià, quien declara en Diario de Mallorca, dándose cabalmente por aludido: «no sé quién tenía que asegurarle (a Pons) que no se pactará con Vox, ella era la vicepresidenta». El asunto tiene interés debido a que tal vez, solo tal vez, no precipitemos el anuncio de lo que sucederá en mayo de 2023 cuando se celebren las elecciones autonómicas (descartado queda que Armengol opte por hacer un Díaz Ayuso adelantándolas), el partido regionalista, autonomista o nacionalista, que no está establecido con cuál de las tres adscripciones se identifica, sea decisivo para establecer mayoría parlamentaria que posibilite formar gobierno. Si El Pi descarta el acuerdo con Vox, no a la vergonzante manera de Ciudadanos (¿dónde están los liberales?), que ha pactado con la extrema derecha donde ha sido menester, entre otras plazas la de Madrid y el Gobierno de Andalucía, sino estableciendo el genuino veto que mantienen con la extrema derecha buena parte de las derechas europeas (Alemania es caso paradigmático), el PP confrontará serio problema en su pretensión de retornar a ocupar el Consulado del Mar y demás instituciones mallorquinas. Una mayoría de derechas sin El Pi parece de difícil articulación: liquidado Ciudadanos, víctima de su suicida estrategia y de la implacable vampirización del partido de la derecha española, no se dibuja en el horizonte fórmula diferente a la del tripartito PP-Vox-El Pi. Mayúscula dificultad para el PP de Marga Prohens, candidata a de un día. Cómo establecer el necesario convoluto entre el Vox del falangista Jorge Campos, que abomina de los aromas autonomistas, y partido como El Pi que, por encima de cuitas internas, se mira en el espejo del nacionalismo periférico español.

Si el dirigente indiscutible fuera el alcalde de Santa Margalida podría hallarse fórmula viable. Monjo, que ha heredado algunos de los superlativos rasgos de su ancestro Juan March Ordinas, es capaz de soldar mayorías imposibles siempre que él las pastoree como acaba de demostrar en su Ayuntamiento al enviar al carajo a sus socios del PP porque permitieron demostración crítica hacia su intocable persona. Maneja a un grupo de alcaldes. No es el dueño y señor de El Pi. Desconocemos si entra en sus planes llegar a serlo. Sí se pueda dar por sentado que de quererlo tendría posibilidades de éxito.

El partido de Josep Melià, que lo fue de Jaime Font, cuyo portazo sigue resonando, es, según el primero, «centrista, equidistante y autorreferenciado». ¿Equidistante de quién: de Vox y PP o de PSOE y Més? Lo de autorreferenciado mejor dejarlo de lado. Determinadas bobadas no requieren de mayores comentarios. Añade que no ve factible que El Pi gobierne con Vox. Tampoco con Podemos. La tierra de nadie siempre es muy ingrata. Las disquisiciones de Melià aportan, lo que es habitual en él, poca luz o ninguna.

En el PP no deberían perder la esperanza de que El Pi opte por vender su alma a los del averno; lo que es lo mismo: si hay mayoría con PP y Vox sean dados por buenos los votos de la extrema derecha para desalojar a las izquierdas. El electorado de El Pi (apreciación personal) siempre mirará con peor ojo a Podemos que a Vox, tendrá mayor animadversión hacia Més, que les ha despreciado al considerarlos falsos no ya nacionalistas sino autonomistas (teme su competencia en el exiguo electorado en disputa), que hacia el falangista Campos, que tampoco podrá presentar factura onerosa; además, se dispondrá del PP para hacer el trabajo sucio de sentarlos a la mesa.

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