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El Institut Nova Història recoge en su página de Internet un artículo publicado en el diario El País en diciembre de 2018 en el que Jesús Ruiz Mantilla repasa el debate acerca de la posible procedencia de la abuela de Beethoven con motivo de la aparición en aquel entonces del libro España en los grandes músicos. El Institut creado por Jordi Bilbeny, militante de la CUP, traduce de forma textual ahora —¿por qué?— al catalán el artículo de Ruiz Mantilla pero con dos cambios. Si el título original decía El debate sobre la abuela española de Beethoven, la traducción lo convierte (también traduzco) en La abuela catalana de Beethoven. Y si el subtítulo rezaba: «El libro España en los grandes músicos explica la influencia de María Josefa Poll en el interés del compositor por la Península», ahora se añaden unas palabras y queda convertido en «El libro España en los grandes músicos explica la influencia de María Josefa Poll, abuela catalana de Beethoven, en el interés del compositor por la Península».

La técnica de la manipulación no es nueva en el quehacer del Institut de marras ni en el del propio Bilbeny como su guía espiritual. La lucha por los orígenes catalanes de casi cualquier personaje histórico que tuviese relación con España, tampoco. Cristóbal Colón, Santa Teresa y hasta el mismísimo Cervantes resultarían ser patrimonio de la catalanidad y, quizá por aquello de que no le acusen de obsesivo, Bilbeny añade a la lista de la catalanofilia a Leonardo da Vinci, a quien quizá deberíamos llamar en adelante Leonardo de Tractoria.

Carece de sentido referirse a los historiadores de verdad que han desmontado semejantes chapuzas. Lo que nos debería interesar es el mecanismo mental que subyace a ese afán de catalanizar a la fuerza, sin pausa ni tregua, manipulando cualquier supuesta fuente para lograrlo. Y lo que aparece como más probable es una especie de paranoia esterilizante porque Cataluña cuenta con los suficientes mimbres históricos como para hacer un cesto que no necesita de tergiversación alguna. Cada vez que aparecen el Institut Nova Història o Jordi Bilbeny esgrimiendo un nuevo bautizo a la fuerza lo que hacen en realidad es desmerecer a sus equivalentes catalanes, que los hay. Como es obvio a lo largo de todo el panorama de la música, desde el barroco hasta nuestros días, las comparaciones son absurdas. Pero ¿no sería más lógico y provechoso para todos recordar a Pau Casals que a una abuela de Beethoven a la hora de hablar de logros sinfónicos? Y si nos vamos a la literatura, ¿de verdad hay que sostener que el Quijote se escribió en catalán existiendo Tirant lo Blanc?

La moraleja peor de esta historia es que la Generalitat y TV3 son los sostenes de Bilbeny y del Institut Nova Història. Ahora que tanto se habla de la malversación de los fondos públicos, sería cuestión de no olvidarlo.

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