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Verónica Fumanal

Feministas y LGTBIQ+ unidos por la igualdad

La gestión con que se ha planteado la ley trans ha supuesto

una ruptura entre feministas y LGTBI, dos colectivos que tradicionalmente habían estado unidos en sus reivindicaciones. Pido que gestionemos las discrepancias con inteligencia y empatía

La nefasta gestión con la que se ha planteado la ley trans ha supuesto una ruptura entre dos colectivos que tradicionalmente habían estado unidos en sus reivindicaciones de igualdad: las feministas y los colectivos LGTBI. Cuestiones como la autodeterminación de género que pone en cuestión el género binario, a saber, hombre/mujer, han dinamitado la unión, como también lo hace la cuestión de la maternidad subrogada.

Pensará usted que me estoy metiendo en un jardín importante y posiblemente lo esté haciendo, pero lo hago consciente después de haber hablado con muchas personas y de meses de reflexión sobre un tema que ha zarandeado mis creencias más profundas. Considero que el fin de esta columna lo justifica y no es otro que pedir a todos los colectivos de feministas y LGTBI que gestionemos las discrepancias con inteligencia y empatía para volver a unirnos en la igualdad.

Y lo digo porque solo este mes, mujeres y gais han sido asesinados, golpeados y discriminados por individuos amparados por un discurso retrógrado que los legitima. Porque nuestros derechos, conseguidos por la lucha de quienes nos precedieron, están puestos en cuestión y que solo nuestra unión nos volverá a hacer avanzar.

Soy consciente de que algunos pocos temas tensionan nuestras reivindicaciones, incluso las hacen colisionar, pero hay que superarlos con un debate respetuoso, empático y sabiendo que nadie mejor que nuestros colectivos saben de discriminación y desigualdad.

La autodeterminación de género plantea un gran reto tanto desde el punto de vista teórico como jurídico para todas aquellas personas que defendemos que el machismo y todas sus formas de violencia se amparan en el hecho biológico de nacer mujer, algo que defendemos las feministas y que es la base de las leyes contra la violencia machista y de discriminación positiva.

Además, coincidirán conmigo en que las estadísticas que comparan hombres y mujeres continúan teniendo plena vigencia para evidenciar que las mujeres continuamos cobrando menos, continuamos subyugadas bajo el techo de cristal, continuamos haciéndonos cargo mayoritariamente de los cuidados y, ni qué decir tiene, que las mujeres siguen siendo asesinadas, violentadas y violadas por el hecho de serlo.

Pero, considerando y defendiéndolo, quién soy yo ni nadie para decirle a otra persona quién es y su derecho a que se le reconozca. Estoy segura de que todas las personas no binarias comprenden perfectamente el porqué las mujeres tenemos que seguir defendiendo nuestro hecho biológico. Cómo no van a comprender la discriminación que padecemos, si la que padecen los colectivos LGTBI se une a la incomprensión social y jurídica sobre su propia identidad.

La maternidad subrogada también es una cuestión difícil para las mujeres que hemos sido cosificadas durante siglos, mujeres explotadas sexualmente, mujeres que han sido valoradas socialmente por su labor reproductora, mujeres compradas con dinero... cómo no van a empatizar los homosexuales con la preocupación que nos ocupa a las mujeres sobre que el dinero pueda alquilar nuestro cuerpo, de que las mujeres con menos recursos sean abocadas a poner su cuerpo a disposición de los que puedan pagarlo.

Pero, considerando esto, conozco a padres que han podido hacerlo fuera de nuestras fronteras gracias a la alegalidad vigente y que han conseguido la plenitud de su familia con una descendencia fruto de una maternidad subrogada y que no pasa día que no agradezcan a la mujer que lo permitió haber tenido la generosidad de gestar a sus bebés. Afortunadamente, ahora mayoritariamente las mujeres podemos elegir si queremos ser madres o no, otrora no podían decidirlo, era su principal función social. Pero cómo negar el mismo derecho que nosotras tenemos ahora a otras familias, siempre que la parte económica quede fuera de la ecuación.

Seguramente, esta columna no gustará ni a unas ni a otros ni a ‘otres’ porque ya se sabe que en los últimos tiempos si no te posicionas al 100% con todo el dogma te acusan de equidistante, a modo de descalificación. Pero no os dais cuenta de que la misma comprensión que pedimos para nuestros derechos es la misma que nos piden para los derechos de los otros colectivos. No os dais cuenta de que mientras debatimos sobre estas cuestiones bajo máximas inamovibles imitamos a los que se oponen frontalmente a reconocer los derechos de feminismo y de diversidad sexual. No os dais cuenta de que mientras nos dividimos, los que ganan son los que cada día nos empujan a volver a los tiempos de la ley de vagos y maleantes, cuando el divorcio y la píldora era ilegales y las mujeres eran ciudadanas de segunda.

Reflexionemos sobre la división de dos colectivos que, cuando no teníamos ningún derecho, siempre nos unimos para pelear por nuestras libertades. Hay temas que nos dividen porque tocan nuestra identidad, lo que somos, lo que nos define, lo que nos hace más vulnerables, pero la unión hace la fuerza y yo estoy dispuesta a luchar, también por vuestra identidad, porque cuento que vosotros, los colectivos LGTBI, lo hagáis por los míos.

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