Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pilar Galan

Amarres de amor

No quiero creer en las promesas que me llegan por internet, de verdad que lo intento. A lo mejor debería subirme a un caballo y arrojarme al suelo, como san Pablo, o en su defecto, y mucho más seguro, leer los testimonios de los logros conseguidos por aquellos expertos que me escriben en las redes sociales. A lo mejor así abriría los ojos a la revelación y creería. Sería mucho más feliz sin duda, y también mucho más pobre, si nos atenemos al precio o al donativo que los sanadores o los curanderos como quieran llamarse, piden a cambio de sus servicios. Por ejemplo, daría lo que fuera, no por un beso de la Flaca, sino por un amarre de amor o de salud de los muchos que me ofrecen. Reconozco que soy un poco tiquismiquis y que me echa para atrás que el brujo o la bruja (aquí la incultura no hace distinción de sexos) escriban como quien no ha abierto un libro en su vida, pero qué sabiduría ortográfica puede hacer falta a quien va a solucionarte la vida con un conjuro. Soy profesional, no ay que fiarse de la jente que no sea, me escribe uno de ellos. Y en esa hache ausente, y en esa jota, veo yo las llagas que santo Tomás tocó para cerciorarse de lo que no quería creer. ¿Qué mejor prueba puede haber que esa dejadez, que esa total agramaticalidad con la que el curandero me escribe que bulgarmente un amarre significa solucionar la demanda social del amor? Solo por esa creación literaria y esa be en vez de la uve, yo sería capaz de confiar con los ojos cerrados. Algunos mandan fotos vestidos de blanco y rodeados de cirios. Otros hacen estudios de tu situación sentimental a través del WhatsApp (eso ya es precisión) e incluso prometen que no pagarás nada hasta ver resultados, aunque eso sí, hay una cuota, que suele ser bastante alta, para que se compren velas, amuletos y todo el material necesario que debe proceder de Saturno, vistos los precios.

Me gustaría confiar en que pueden solucionar la enfermedad, la soledad y los problemas económicos, aunque lo pongan tan difícil, y veas en sus caras sonrientes cierta avidez que no se corresponde con la espiritualidad del fondo de cascadas y bosques que suelen poner en las fotos. Luego, cuando estoy a punto de reírme y pasar página, me acuerdo de que hay personas vulnerables que se dejan engañar, de los ancianos, de los enfermos desesperados, de los adolescentes necesitados de algo que no pueden ni nombrar y comprendo que las faltas de ortografía no son más que el reflejo de la falta de escrúpulos, y de la carencia, no solo de lecturas, sino de empatía y ética. Lástima que la bondad no se consiga con amarres, sino con un baño de humanidad que solo concede el contacto con una realidad que no entiende de magias.

Compartir el artículo

stats