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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Percepciones ciudadanas, luces al final del túnel

Han pasado más de 20 años desde que en abril de 2001 se publicó el primer número de Cuadernos Gadeso y hace unas semanas llegamos al nº 400. Es por este motivo, llegados a este hito, como ya hicimos con los números 100, 200 y 300 (a los que puede acceder en nuestro archivo), publicamos un especial (400 extra) que, como las otras veces, dedicamos a analizar cómo han evolucionado las percepciones, positivas/negativas, que tiene nuestra ciudadanía en relación a diferentes ámbitos, en el período desde 2016 hasta 2021. Considerando que en los dos últimos años todos estos ámbitos (personal, relacional, laboral, económico, social, cultural...) se han visto condicionados por la emergencia sanitaria provocada por la covid-19.

El primer bloque se centra en definir cuáles son los principales indicadores que definen las preocupaciones de los ciudadanos. Se concretan, entre 2016-2021 en el paro/inestabilidad laboral, la situación económica, el futuro de los hijos/as, los servicios. En principio tales indicadores pueden parecer los mismos de los ciclos 2007-2011 y 2011-2016, pero hay matices diferenciales: en primer lugar, los porcentajes que afectan a los distintos indicadores son mucho más elevados en el periodo presente; en segundo lugar, se acentúa la preocupación no sólo por el paro y la temporalidad, sino la inquietud por la precariedad y la destrucción de puestos de trabajo.

En tercer lugar, sobresale la desconfianza hacia los indicadores macroeconómicos que aumenta en 2020 (-10,8) y en 2021 (-9,7). Pero incluso en 2018/19, aunque los índices de confianza fueran positivos debido a la bondad de la temporada turística, tales mejoras macroeconómicas no repercuten en la economía familiar. Obviamente, esta percepción es subjetiva, pero sus causas son reales: paro, precariedad y temporalidad laborales, falta de crédito, cierre de empresas, y, cómo no, la crisis provocada por la covid-19. En cuarto lugar, aparece un nuevo indicador, el futuro de los hijos, léase paro juvenil (40%); y por último aparece con fuerza el déficit de los servicios públicos (educación, sanidad, servicios sociales). Dos situaciones son muy relevantes en ámbitos concretos: el segmento 19-32 años el acceso a la vivienda (especialmente de alquiler) ocupa lugar relevante; y el segmento de mayores de 65 años, la relevancia se centra en las Pensiones.

Llama la atención la aparición de dos problemas emergentes: la educación como problema y el aumento de la desigualdad social. En los momentos de bonanza, encontrar trabajo era relativamente fácil, pero la grave crisis del 2008 provocó una preocupación positiva por la educación y formación de los hijos. Se percibe como grave problema el fracaso y el abandono escolar. Otro factor relevante es la ‘desintegración’ de las clases medias, apareciendo segmentos en riesgo real de exclusión social y económica.

Todos estos imputs descritos, se acentúan con la presencia activa de la pandemia. La covid19 toma posesión: contagios, hospitalización, y fallecimientos. Los confinamientos, los estados de alerta, las múltiples restricciones… toman carta de ciudadanía. La aparición y la aplicación de la vacuna permite vislumbrar un cierto control de la epidemia y la posibilidad real (aunque no fácil) de una reactivación socioeconómica centrada en la actividad turística. Pero en el sondeo realizado durante el pasado mes de mayo (QG 400), Demandes ciutadanes en la postpandemia, se trasmite un aumento muy relevante de insatisfacción en todos los indicadores. Comienza a inquietar que la ‘nueva normalidad’ se sitúa en la Temporada Alta 2019, donde el número de turistas y la ocupación hotelera fue muy satisfactoria, pero que no tuvo reflejo en los salarios ni en la estabilidad laboral. En cualquier caso, anteriores investigaciones manifiestan que las buenas cifras turísticas tuvieron escasa repercusión social. Tal realidad nos permite concluir que nuestro principal motor económico necesita una profunda reforma, que repercuta una buena rentabilidad empresarial con un empleo estable y de calidad que genere bienestar social.

Más aún, la crisis generada por la pandemia de la covid-19 ha demostrado la gran debilidad y vulnerabilidad de nuestra economía frente a situaciones de crisis mundial y/o en nuestros mercados de origen. Hay que dirigir nuestros esfuerzos a decidir qué modelo productivo nos permitirá, sin dejar de lado el turismo, hacer frente a los embates de la globalización, patente consecuencia de la pandemia. Es necesario buscar nuevos yacimientos de empleo, generar iniciativas empresariales que no dependan en exclusiva del turismo, hay que dotar a las familias de puestos de trabajo de calidad y con salarios dignos que les permitan resistir mientras la situación no mejore.

Pero para ello es imprescindible llegar a un consenso tanto político como social, alejado de electoralismos baratos, y que incluya todos los agentes sociales, desde los políticos, sindicales o patronales, hasta asociaciones/organizaciones representativas. Algunas luces se perciben en el final del túnel.

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