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Juan José Company Orell

Diálogo subtitulado

Estuve dudando si titular estas líneas de otra manera, por ejemplo hurtándole descaradamente a Armando Matías Guiu sus Diálogos para Besugos, que si la memoria no me falla se publicaban en la revista Mortadelo; y es que por lo visto volvemos a desempolvar el ‘palabro’ para negociar un problema que no parece tener solución posible mediante lo que viene en definirse la búsqueda de una avenencia mediante la palabra.

Sobre ese entuerto denominado desde antiguo ‘el problema catalán’ opinaba Ortega que no puede ser resuelto, solo ser conllevado, es decir, solo cabe soportarlo con paciencia y resignación sin esperanza alguna de resolución. Decía el filósofo que «Frente a ese sentimiento de una Cataluña que no se siente española, existe el otro sentimiento de todos los demás españoles que sienten a Cataluña como un ingrediente y trozo esencial de España» y se permite añadir este escribidor que los sentimientos son un mal sujeto de negociación porque escapan al necesario uso de la razón que todo dialogo real precisa irremediablemente.

La opinión de Ortega se nos muestra ciertamente contemporánea en esta nueva época dialogante, sobre todo cuando las posturas de inicio de ese nuevo dialogo no es que sean antagónicas, es que simple y llanamente se desactivan mutuamente; unos piden, simple y llanamente, la rotura del Estado y otros mantienen que o hay desenganche o habrá desenganche; ayúdenme Ustedes, ¿vislumbra alguien que parte de esos planteamientos irrenunciables pueden renunciar, valga la redundancia, unos u otros, sin peligro de que les apedreen sus propios en la plaza pública por el único delito que no parece merecer indulto, el de lesa patria, sea ésta española o catalana?, que en eso de la testosterona somos igualmente celtíberos.

Si nos creemos las manifestaciones de cada una de las partes dialogantes tras ese primer aperitivo entre Sánchez y Aragonés, convendremos que, aparentemente, se trató de un diálogo de sordos, otro buen titular, pues uno dice que le dejó claro que se trata de amnistía e independencia y el otro que se trata de convivencia, cordialidad, infraestructuras y de algo de las olimpiadas de invierno. Y es que en ese tipo de diálogos del Octavo Arte, que es la política de imaginación, esa especie de Manga de la triquiñuela aparente, debería ser obligado el subtitulado, para que los espectadores pudiéramos tener una cierta seguridad de lo que en realidad se habla; sobre todo porque cuando no se sabe en realidad de que se habla, se da pábulo a la inventiva popular. Y la mía particular me hace considerar que, en realidad, de lo que se trata es de algo mucho menos idealista, menos sentimental, pero mucho más mollar; se trata, como casi siempre, del reparto de la riqueza, de la tarta; unos no quieren perder una parte del percal catalán y los otros lo quieren solo para ellos, todo lo demás no son más que zarandajas, o ¿es que creen Ustedes que si Cataluña no fuera el emporio de riqueza que todavía es, o si tuviera el PIB de Extremadura, querría salirse del club hispano?, seguro que no. Por eso tengo tan poca esperanza en este nuevo dialogo, en el que unos pretenden el todo y los otros tal parece que no les pueden dar nada de lo esperado, por la sencilla razón de que ninguno de los dialogantes puede llegar a un entente sin perder, como dicen los orientales, cara.

Como muestra de la disparidad de voluntades un botón; hace unos pocos días la diputada de Junts per Catalunya, Miriam Nogueras, le exigió al Presidente de la Nación que formalizara el divorcio, seguramente olvidando Su Señoría que, en ese propuesto o pretendido divorcio contencioso y por demás forzado, lo único que puede ser objeto de negociación es el hijo común, que en este caso es la simbiosis de soberanía e integridad territorial, conceptos estos que nadie acepta como divisibles, en lo cual coinciden ambos dialogantes, pues seguro que tampoco el Honorable President admitiría una partición de Cataluña, porque las patrias, particulares o comunes, no suelen ser consideradas divisibles, y que para que uno posea la una y la otra el contrincante debe renunciar a ambas; y poco dialogo admite esa tesitura.

Qué quieren que les diga, a mí, a falta de doblaje o subtítulos, me agradaría infinito poder esconderme tras la cortina de la habitación de la próxima reunión de la mesa de diálogo y así poder enterarme de qué diantres van a dialogar dos partes que juegan una partida, uno con baraja francesa y el otro con la española, sin duda descubriría un diálogo que no se le hubiera ocurrido ni al genio del absurdo, D. Julius Henry Marx, recuerdan, aquel de lo de la parte contratante de la primera parte será considerada la parte contratante de la primera parte. Queda todavía mucho papel y mucha partida.

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