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Ramón Aguiló

Escrito sin red | A Armengol se le ha ido la mano

Puede presumirse una sobreactuación del Govern con el confinamiento de los 249 estudiantes en el Palma Bellver

La fiscalía en Balears decidió recurrir el pasado martes el confinamiento forzoso ordenado por la Direcció General de Salut Pública del Govern balear de 249 estudiantes venidos de la península, de los que 64 estaban contagiados y dieron positivo en las pruebas PCR, mientras 185 dieron negativo. Según la fiscalía, el confinamiento forzoso en régimen de aislamiento de estos estudiantes no está plenamente justificado ni resulta una medida proporcionada de acuerdo con la legislación vigente. No se cuestiona que los jóvenes hayan podido mantener contacto con positivos, pero apunta que la solución de la conselleria considera sospechosos de ese contacto a los estudiantes afectados «de forma general, presuntiva e indeterminada»; «se ignora si efectivamente mantuvieron un contacto real ni con qué intensidad con las personas concretas cuyo confinamiento se pretende ratificar». Es cuestionable que el confinamiento se haya limitado a los estudiantes sin que se haya tomado la misma medida ni con los trabajadores ni con otros clientes de los hoteles donde estaban alojados.

El miércoles, en unas declaraciones en las que parecía que se ponía la venda antes de la herida, la presidenta Armengol defendía que se guardara cuarentena en el «hotel puente» Palma Bellver y afirmaba que «acataría, aunque no la compartiera» una decisión judicial en contra. Según la presidenta, suponía una «irresponsabilidad enorme desde el punto de vista sanitario» no confinar a las personas que han sido contactos estrechos con un positivo de la Covid-19. «Es lo que hemos hecho los últimos 15 meses con todas las personas consideradas contactos estrechos, ya sean residentes, estudiantes, turistas o inmigrantes que han llegado en pateras». Continuó asegurando que «vamos a acatar la decisión de la jueza, aunque si ésta es contraria a la tesis del Govern, no la compartimos». La jueza ha dictado resolución en contra del confinamiento y ha liberado del hotel a los no contagiados. Sostuvo Armengol: «El Govern va a ser implacable tanto contra aquellos que organicen actos que salten la legalidad vigente, como ocurrió en la plaza de toros, como contra cualquier actividad económica que no la cumpla o cualquier persona que venga aquí y también lo haga».

También el pasado miércoles, Joan Carles March, experto en medicina preventiva, apuntaba en este mismo diario los errores causantes del macrobrote de Mallorca: el consentimiento por parte de las autoridades de los viajes de estudios, las fiestas sin mascarillas organizadas por las compañías de los ferrys procedentes de Denia y Valencia, checking sin garantías en los hoteles, fiestas en barcos y hoteles, el concierto del 15 en la plaza de toros sin mascarillas ni distancia. Todo muy contradictorio con las propias instrucciones de la conselleria de Educación denegando los viajes de estudios.

Está muy bien que Armengol diga que va a ser implacable contra quienes se salten la legislación vigente, pero no se comprende cómo puede ser implacable con los infractores quien ha demostrado no ser implacable consigo misma. El ministro de sanidad del Reino Unido ha tenido que dimitir por haber infringido las reglas al besar en la boca a su amante. No pasó lo mismo cuando Armengol vulneró las medidas del gobierno que preside obligando a cerrar los bares de ocio nocturno a partir de la una de la madrugada. Fue pillada en el bar Hat el 7 de octubre de 2020 pasada la hora límite. Ahora, el bar Hat está cerrado, pero Armengol sigue de presidenta de Balears. Se escaqueó de asumir plenas responsabilidades con una simple petición de disculpas; y ahí sigue, tan campante y tan implacable.

Son muchos los que piensan que puede haber habido rimeros de irresponsabilidad por parte de los estudiantes y de otros actores, como agencias, hoteles y los organizadores de boats parties y del concierto de la plaza de toros, pero que ha habido una muy importante negligencia por parte del Govern. No sólo en el hecho de aceptar los viajes, sino en la evidencia de no haber controlado el desarrollo del concierto. Es muy cómodo instruir expedientes de sanción a toro pasado. Si era muy difícil el control de fiestas clandestinas en hoteles y barcos, era relativamente sencillo y, si se me permite, obligado, controlar el cumplimiento de las normas de aforo, distancias y mascarillas en el concierto de la plaza de toros y no se hizo; cuando había suficientes señales de peligro como para adelantarse a los acontecimientos. Como han señalado algunos padres, puede presumirse una sobreactuación del Govern con el confinamiento de los 249 estudiantes en el Palma Bellver por la mala conciencia de no haber actuado cuando tocaba.

Puede decirse, sin peligro de incurrir en exageración, que, sin menoscabo de las imprudencias juveniles y de las irresponsabilidades empresariales, hay una especial responsabilidad del Govern, y de Armengol especialmente, en el estallido de este macrobrote que ha sido noticia diaria en todos los telediarios españoles y también en los países emisores de nuestro turismo. Los confinados superan varios millares en once comunidades autónomas. Hemos cambiado la imagen de patria del turismo de borrachera en Magaluf o el Arenal por la de patria del turismo de contagio de coronavirus, una imagen machaconamente repetida y todavía más difícil de digerir. La imagen del Govern, en todas las informaciones periodísticas, se ha visto muy deteriorada. Si venimos de una resolución del Tribunal Supremo declarando ilegales las medidas del Govern de mantener el toque de queda y la limitación de reuniones sociales, sorprende la contumacia de Armengol afirmando que no comparten la decisión de la jueza, contraria al confinamiento indiscriminado y sin proporcionalidad de los estudiantes en el Palma Bellver. Armengol esconde sus responsabilidades y su inacción preventiva como gobernante tras unas medidas autoritarias y vulneradoras de las leyes; que han tenido por dos veces que ser corregidos por los jueces. Se lo tiene que hacer mirar. Y obrar en consecuencia; se ha dejado jirones de credibilidad.

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