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Carmen Pérez Novo

Pautas para ser felices (II)

La importancia de la voluntad, el realismo y el amor

La semana pasada, les comentaba que la felicidad es un estado de ánimo positivo, conseguido, cuando uno se da cuenta que ha hecho el mayor bien posible y el menor mal consciente. Varios son los factores que ayudan a conseguirlo. Y en ese artículo, les hablaba de dos: 1) ser capaces de cerrar las heridas del pasado, superando ese montón de sinsabores y traumas que se almacenan en cualquier biografía y 2) aprender a tener una visión positiva de la vida. Pero todavía hay más:

3) Tener una voluntad de hierro. Ahora bien, debemos tener muy presente, que la voluntad tiene que ser educada en los primeros años de la vida. Y es algo muy beneficioso, porque una persona con voluntad consigue que sus sueños se hagan realidad. Sin ella, eres frágil y débil, siempre a merced de los caprichos, incapaz de aplazar el gusto por algo concreto, que en ese momento pasa por delante de ti, y te va a perjudicar a la larga. Nunca debemos hacer lo que pide el cuerpo, sino lo que es mejor para nosotros. Esto nos genera gran confianza. Y con autoconfianza, no hay límites, ya nada se puede interponer en nuestro camino ¿Complicado? ¡Por supuesto que tiene su truco! Pero, a la larga, resulta altamente beneficioso.

4) Tener buen equilibrio entre la cabeza y el corazón. Mantener una afectividad sana, significa mover bien los hilos de las relaciones con los demás, cargándolos de sentimientos verdaderos y, a la vez, teniendo en cuenta un buen análisis y discernimiento. No pensar en hacer al prójimo lo que no nos gustaría que él pensara en hacernos a nosotros.

5) Y ya por último, tener un proyecto de vida coherente y realista. Hacer las cosas con amor. Tener cultura, porque da libertad y plenitud y nos ayuda a entender la existencia, entre el caos de noticias que nos bombardean cada día. Y, por supuesto, tener buenos amigos.

Qué duda cabe que nuestra existencia siempre va a tener aspectos dolorosos. Nuestro paso por este planeta, siempre está llenos de espinos, pero si estamos bien fortalecidos, cuando estos nos hieran con mayor virulencia, vamos a sentir la certeza de que la senda por la que transcurre nuestra existencia, está rebosante de hojas y flores silvestres que desprenden una sutil esencia que impregna todas las células de nuestro corazón y cerebro. Y, nos sentimos fuertes. Plenos. Sencillamente, porque, estamos en paz.

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