En la naturaleza existen polímeros como la seda, la lana, el algodón, la celulosa, el almidón o el caucho. Hallamos polímeros hasta en las cadenas de ADN. La historia del plástico es, en realidad, la de los polímeros artificiales que se crearon para replicar los naturales. Parece ser que el primer plástico artificial se fabricó en Estados Unidos. En 1860 se organizó un premio para quien pudiera sustituir el marfil en la fabricación de las bolas de billar. El vencedor fue John Hyatt, quien inventó el celuloide. En 1907, Leo Baekeland inventa la baquelita, que fue considerada como el primer plástico termoestable. Era aislante, resistente al calor moderado, a ácidos y al agua. Su fama creció rápidamente y ya para 1930 los científicos estaban creando los polímeros modernos que ahora dominan la industria.

El plástico surgió en un momento de revolución industrial que hizo posible una fabricación de bienes más baratos, más sencillos de producir y más accesibles para toda la población mundial. Su raíz etimológica deriva del griego plástikós -que significa moldeable- y hace referencia a la facilidad con la que se moldea.

Pero no todo son ventajas. Según Greenpeace «su creciente producción y uso amenazan con contaminar cada rincón del planeta, especialmente los mares (…) Los podemos encontrar en la playa, en las rocas, flotando en el agua e incluso en las zonas más profundas. Desde el Ártico hasta la Antártida, en zonas pobladas y en islas deshabitadas (…) Particularmente perjudiciales resultan los microplásticos, fragmentos inferiores a 5 mm, porque su tamaño tan reducido hace que no queden atrapados por los filtros de las depuradoras. Estudios recientes han observado que los animales marinos están ingiriendo estos microplásticos (…) hay evidencias de que se transfieren a lo largo de la cadena alimentaria y llegan hasta nuestros platos». Ahora sabemos que el plástico no flota. En el fondo de los mares se encuentra el 99% del plástico que llega al medio ambiente. Se han encontrado residuos plásticos hasta en la fosa de las Marianas.

No tenemos que negar la evidencia, el uso de los materiales plásticos ha aumentado desmesuradamente en apenas 200 años en paralelo al aumento exponencial de la población mundial. En los primeros 18 siglos de nuestra era la población mundial pasó de 250 a 750 millones, mientras que, desde 1750 hasta la actualidad (dos siglos y medio), se ha pasado de 750 millones a 7.700 millones. El crecimiento poblacional ha sido tan vertiginoso que no nos hemos parado a reflexionar qué hábitos deberíamos haber cambiado para seguir viviendo sin afectar al ecosistema global. Con una población de 750 millones de personas, lo que consume un ciudadano medio de hoy en día no sería ningún problema para el medioambiente, porque la naturaleza tendría tiempo para reciclarlo. La cuestión es que somos más de siete mil millones de personas en el mundo, comprando, usando y desechando, produciendo mucho más de lo necesario y generando más residuos de los que se pueden gestionar adecuadamente.

Es urgente que cambiemos nuestros hábitos. La solución no pasa por reducir la población humana mundial artificialmente, porque no sabríamos cómo hacerlo y seguro que nos saldría muy mal. Se trata de cambiar la mentalidad. No se trata tampoco de renunciar a las ventajas que nos ofrecen los plásticos, por ejemplo, en la fabricación de materiales esenciales en cirugía. La solución puede ser muy sencilla si colaboramos todos, que cada ciudadano del mundo cambie un solo hábito de consumo. Si cada uno de nosotros cambiara un solo hábito, por ejemplo, sustituyendo un tipo de plástico por otro material ecológico, o dejáramos de usar un tipo de plástico de usar y tirar, ayudaríamos muchísimo a la Tierra. Y para hacerlo todavía más fácil, disponemos de numerosísimas alternativas, tanto en publicaciones especializadas, como en internet. En la página web de la institución que dirijo ofrecemos 100 ejemplos para poder liberarnos de la tiranía de los plásticos (http://www.esracodesesidees.com/100-pasos-para-una-vida-libre-de-plasticos/).

Para concienciar sobre todo ello, hemos organizado la exposición Els plàstics ocults, que inauguraremos la víspera de Sant Joan, en el Paseo del Portixol, en sustitución a la tradicional Nit de Sant Joan Residu Zero que veníamos celebrando desde hace varios años, para seguir concienciando de la grave situación generada por el abuso de los plásticos. Nuestro planeta sufre de un colesterol venenoso producido por el plástico que obtura ríos, corrientes marinas, gargantas y tractos digestivos de millones de aves y peces. Debemos poner en marcha soluciones. Nuestra exposición ofrece de manera pedagógica la manera de terminar con el uso y abuso del plástico.

Un mundo mejor es posible, no cedas a la falsa creencia de que no hay soluciones o de que los malos vencen siempre. Si fuera así, yo no habría escrito este artículo y tú no lo estarías leyendo.