El viernes estuve en Artà, junto a la comunidad de regantes y con la presencia del alcalde celebramos que, por fin, la balsa de riego funcionaba. Después de 13 años desde su inicio y 7 años parada por falta de suministro eléctrico, no puedo considerar esto como una inauguración. Para mí fue un acto para relanzar la comunidad de regantes, reconocer a su presidente que no ha desfallecido en todo este tiempo y reactivar el aprovechamiento.

La situación del regadío en las Illes Balears es dramática. Es un signo claro del abandono estratégico que ha sufrido el sector agrario. Mientras que la media de la superficie de regadío en todo el Mediterráneo es del 30%, en Balears y con los datos técnicos del Plan Hidrológico, solo podemos corroborar 6.977 hectáreas en las cuatro islas, lo que equivale a un 5,5% de la superficie agraria. El regadío condiciona la productividad y la renta de las explotaciones agrarias, que se multiplica por tres cuando estas tienen acceso al agua.

Aquí va la segunda de las ideas de este artículo. No es posible producir alimentos de forma viable sin agua. A pesar de que hay cultivos muy rentables y perfectamente adaptados al secano como el algarrobo, y otros como los cereales, cuyo riego debe depender de la climatología, la mayoría de las producciones en un clima mediterráneo requieren aportes de agua. Apostar por la producción local implica aumentar la productividad, y esto no será posible sin la consolidación y modernización del regadío. Pero sin duda alguna, cuando hablamos de regadíos no podemos obviar el contexto de cambio climático y que la sostenibilidad de las masas de agua es un objetivo político de primer nivel.

El origen del agua para agricultura en Illes Balears solo es posible a través de dos vías. La primera, a través de la extracción de aguas subterráneas. En torno al 30% de los casi 40.000 pozos registrados son para uso agrícola y ganadero, y por volumen, el sector primario aprovecha el 25% de las extracciones. El lector debe saber que este porcentaje ha disminuido un 70% en los últimos 20 años. La reflexión que traslado es si en un contexto de presión y competencia por el uso del agua como el nuestro, y respetando el objetivo de la sostenibilidad de las masas del agua, quizás haya que plantearse una reserva de uso de agua subterránea para el sector agrario y ganadero que fijara como umbral mínimo ese 25%.

La segunda de las fuentes se trata del agua regenerada. Las aguas regeneradas son las aguas residuales depuradas, que han sido sometidas a un tratamiento adicional, que permite usarlas de nuevo en este caso para el riego. Esta es la línea estratégica de trabajo que impulsamos desde la Consellería. De alguna manera, estamos diseñando toda una red en alta para la gestión y regulación del agua regenerada con destino a la agricultura, y otros usos compatibles. Esto no es algo que se haga de la noche a la mañana. Encierra dificultades y requiere inversión pública. Aquí tenemos una enorme capacidad de crecimiento. En este momento disponemos cerca de 70 hm3 de agua regenerada, lo que supone el 70 % del total depurado, pero actualmente, las 19 balsas de riego solo aprovechan 18,5 hm3. Con las 4 nuevas balsas proyectadas por la Consellería de Agricultura y que hemos sometido a los Fondos de Reconstrucción Europea, lograremos llegar a los 38 hm3.

Pero el problema hasta la fecha no ha sido exactamente la falta de inversiones en regadío. El problema ha sido la falta de constancia en la planificación, ordenación, seguimiento, mantenimiento, asesoramiento, organización, consolidación y modernización del regadío, así como del acompañamiento a las Comunidades de Regantes. Es decir, todo lo de antes y todo lo que viene después de la inversión en infraestructuras. Con esto quiero decir que no basta con inaugurar balsas. Ha llegado la hora de proponer la elaboración de una Estrategia de Regadío Sostenible para las Illes Balears. No es algo sencillo, pero sí imprescindible si queremos darle un futuro al sector.