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Antonio Papell

Colón ya no es lo que era

La manifestación de la madrileña plaza de Colón de este pasado domingo contra los indultos, organizada por los protagonistas de la celebérrima fotografía de febrero de 2019 que supuso la homologación y legitimación de la extrema derecha por parte de las dos organizaciones de la derecha, se pareció poco a su antecedente. En aquella ocasión, Ciudadanos y el PP dejaron claro su disposición a jugar políticamente junto a VOX, rompiendo las reglas francesas o alemanas que impiden a la derecha democrática codearse con el posfascismo. Aquella vez, la ira de los conservadores se dirigió sobre todo a la figura del ‘relator’ que demandaban los soberanistas catalanes para dirigir las conversaciones con los representantes del Estado. En esta ocasión, el leitmotiv ha sido la voluntad gubernamental de indultar a los condenados en prisión para suavizar la situación, infundir confianza y abrir paso a unos procesos de diálogo que pongan en tensión los procedimientos democráticos y archiven las tentativas unilaterales que generan frustración y no conducen a parte alguna.

Esta vez, las tres formaciones han decidido delegar la organización del acto a una sedicente plataforma civil, Unión 78, impulsada por un personaje tan desacreditado como Rosa Díez, una socialista de carné que cuando el PSE-PSOE dejó de colaborar con el PNV en el gobierno vasco hubo de despegarla con agua caliente de la cartera de Comercio, Consumo y Turismo de la que disfrutaba y en la que pretendía perpetuarse. La sudodicha, que hoy dice pestes del socialismo, fue eurodiputada del PSOE desde 1999 a 2007, llegando a presidir la delegación del PSOE durante un quinquenio. Mientras ostentaba aquella representación, y viendo que su futuro en su partido de siempre se oscurecía, inventó un partidillo ‘de centro’, Unión, Progreso y Democracia, muy crítico con el papel del PSE en relación con el terrorismo etarra… sin ver que ella había sido parte muy activa en aquel proceso que acabó, gracias a Zapatero y a Rubalcaba, con la derrota de ETA. Después de un breve trayecto, los electores expulsaron a Díaz del Parlamento, pero la exsocialista, arropada por personajes resentidos con su ostracismo, se presta todavía a las conspiraciones de salón, como lo prueba su protagonismo en una manifestación en que sus verdaderos protagonistas han hecho lo posible por no dejarse ver y se ha negado a repetir la fotografía de 1979. El PP, que ya no podía volverse atrás, parece que empieza a ser consciente de que su campaña contra el Estatuto de Cataluña ha tenido consecuencias muy duras para el partido en el Principado, y hasta hay indicios de que Casado se percata de que la compañía de Vox no le conviene si quiere tener alguna opción de levantar cabeza después de una deprimente historia de corrupciones que parece inhabilitante y aleja al PP de sus principales aspiraciones.

Lo más sorprendente de Colón fue sin embargo la salida de tono de Ayuso, al invocar impropiamente al Rey, sin que se sepa todavía el sentido de su dislate. Preguntar qué hará el Rey si un gobierno legítimo y constitucional le presenta a la firma los reales decretos de indulto es desconocer por completo la Carta Magna y el régimen que se organiza a su amparo, o sugerirle al monarca que dé un golpe de Estado. Muchos de quienes no teníamos nada que ver en este pleito nos quedamos instintivamente lívidos al escuchar el dislate, pronunciado con la frescura de quien no es consciente de la gravedad de su metedura de pata; es pues de suponer que su propio partido se habrá estremecido también ante el error de parvulario de las más esclarecida de sus meritorias. No hace falta decir que el Rey no tiene otras opción que ratificar las normas que le sean sometidas en tiempo y forma, sin el más mínimo resquicio para la vacilación o la duda.

Pero lo más grave para la derecha es que empieza a calar en su propio territorio la idea de que quizá un gesto de concordia hacia los catalanes soberanistas no sea una mala idea si se quiere encontrar una salida política al problema. La opinión pública empieza a comprenderlo y sería dramático para el PP de que sus líderes fuesen los últimos en enterarse.

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