Diario de Mallorca

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Alex Volney

Arquitecture and Morality

Andy McCluskey.

C omo si fuera ayer, subiendo por carretera hacia los bosques que envuelven Galilea. Las hermanas de colonias con las monjas del Sagrado Corazón y nosotros embarcados en el mismo coche. Esas clausuras de fiesta siempre tenían algo especial y algún final feliz. Era agosto de 1981 y lo que metiste en el casete era una auténtica revolución de esas que no se pudren e incluso evolucionan. Conducía el tío de P. y detrás discutíamos lo que íbamos a encontrar mientras la voz de un tal Humphreys irrumpía en los altavoces, una voz no muy bogart que digamos, pero los coros también molaban.

Muchos de ustedes lo habrán acertado. Orquestral Manoeuvres in the Dark se había fundado en Meols, Merseyside, en 1978 con Andy McCluskey, que era la voz principal, y el bajo eléctrico y Paul Humphreys al sintetizador y en los coros o alguna vez como voz principal. El 1980 habían arrasado con su pacifista Enola Gay y en ese momento volvían. Habían sido OM I TD en sus primeros conciertos en Liverpool que versaban en conocidas apologías de futuro como Electricity. Más adelante con If you leave obtendrían otra vez el éxito internacional. Pero fue en el verano de 1981 cuando esta banda británica consagró el synth pop. OMD, conocida por su acrónimo, sería tildada ordinariamente dentro de la new wave o experimental cuando se encontraba exactamente poniendo las bases de ritmos electrónicos que a ese nivel solo entendería, y mejoraría, Mr. Martin Gore de Depeche Mode. Hoy, nada existe en esos ritmos que no venga de estos dos grupos, precursores y creadores de un nuevo orden.

Con su tercer álbum de estudio nacería Arquitecture and Morality hace, ahora mismo, cuarenta años. Una obra que siempre he conservado en el corazón de mi estantería de mejores poetas. Un catecismo de la antítesis del pop comercial. De aparición paralela, en el tiempo, a tanta efímera bazofia. Con sonidos maduros y entre fragmentos cantados y alternados en una envolvente orquestación de un verso libre en atmósfera de corte entre medieval e industrial. El crujir de una maquinaria que iba engrasando el futuro, este presente, que con el tiempo también, y tan bien, ha sabido ilustrar e iluminar D.M. o continuar en su deconstrucción el Sr. Gore en su reciente The third chimpanzee.

Entre el martilleo de chatarras anteriores, la armonía (Forever) Live and die, casi medio siglo después en ruta con considerable dignidad y diferentes etapas a las espaldas que por motivos obvios no vamos a citar. Flequillo de Louise Brooks en Pandoras Box tan vigentes como en su actual descendencia, Marsheaux: M. Melitsi y S. Sarigiannidou a quien McCluskey declararía herederas. La nueva versión de She’s leaving, a manos de este grupo griego, lo constata firmemente.

Después de Sugar Tax o Metroland quien diría que esos jóvenes fascinados por la tecnología iban hoy a advertir a los adolescentes de la inutilidad de la misma a la hora de mejorar nuestras vidas. Cuarenta años de Arquitectura y Moralidad después, el futuro no es lo que era aunque hayan llegado a publicar sus trece álbumes y la puesta en escena sea la de dos desconcertantes sexagenarios del tecno a quien se les exige hoy una extravagante liturgia.

Souvenir... y como si fuera ayer observas los bosques subiendo por la carretera. Los diferentes temporales causaron estragos en algunos rincones de la isla como los años en tu piel. Las niñas de nuestros sueños son hoy ya madres que se reconocen angustiadas saliendo de la pandemia. Nuestro conductor murió hace tiempo y P. perdió la vida en el fondo del mar antes de los veinte. Mientras usted piensa que tipo de obscenidad está leyendo, a la vez que sigue hasta el final, le aseguro que este conjunto de poemas: The New stone age, Made in Orleans, Joan of Arc... que ya llegan a la cuarentena, sirven exactamente para eso. Quién no ha vuelto a sus mejores lecturas infantiles, quién no ha rebobinado, un par de veces en esta pandemia. La literatura es memoria como lo es la música o la poesía. Sentimientos cristalizados en tu geografía emocional que sirven para vestir de objetos una biblioteca o para parchear el corazón.

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