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Antonio Papell

Peligrosas primarias andaluzas

Susana Díaz, rival de Sánchez en las primarias madrileñas que este ganó limpiamente el 22 de mayo de 2017 después de haber sido defenestrado por el aparato mediante un inicuo golpe de Estado interno, compite este domingo con Juan Espadas, alcalde de Sevilla, por la secretaría general de la federación andaluza. Díaz perdió las últimas elecciones andaluzas, la primera derrota socialista desde el comienzo del estado de las autonomías, y la contienda entre Díaz y Espadas cuando Sánchez es secretario general del PSOE y presidente del Gobierno tiene inevitables ingredientes psicológicos relevantes que no se pueden ocultar: aunque el aparato de Ferraz se mantenga neutral en el envite, es claro que las simpatías del sanchismo, que hoy es la corriente muy mayoritaria del socialismo, están con Espadas. En la épica más o menos realista del PSOE, Díaz es la traidora que postergó a su jefe de filas para que gobernara el PP de Rajoy.

Como es conocido, hay un tercer aspirante, Luis Ángel Hierro, que no tiene posibilidad alguna de ganar, pero que puede influir en los resultados, en los que lógicamente Espadas pretende ganar en primera vuelta, para lo que se calcula que necesitaría una participación del orden del 60%. Las expectativas de Díaz son lógicamente subjetivas en este momento, pero todos, partidarios y adversarios, se han extrañado de que denunciase sin venir a cuento que intentan apartarla como cabeza de cartel «por ser mujer» y en contraste frente a las oportunidades que han tenido compañeros masculinos que han perdido elecciones, cuando ella las ganó en 2018. La consigna de la candidatura de Espadas es no entrar al trapo, aunque ya sospechaban que Díaz embarraría la campaña si se veía perdida. En el PSOE, habrá machismo como en todas partes, pero no parece que la acusación tenga sentido ni fundamento en este caso, en que quien pone el grito en el cielo, siendo mujer, ha alcanzado o ha bordeado las máximas metas políticas a las que podía aspirar.

Después de lo sucedido en 2016-2017, es prácticamente imposible que la confrontación interna no se plantee en términos de revancha, ya que el proceso de defenestración-rehabilitación de Sánchez, lleno de interferencias de los poderes económicos y sociales, no fue preciosamente modélico. Por ello precisamente, para evitar encarnizamientos, parece que Ferraz ofreció a Díez toda clase de salidas airosas, que le hubieran permitido reorientar su vida política sin pérdida de nivel. Sin embargo, ella se ha negado a cualquier arreglo y está obstinadamente dispuesta a conseguir el desquite, lo que no beneficiaría la reconstrucción del PSOE andaluz, que todavía no se ha conseguido plenamente después de los conocidos escándalos que tuvieron sin duda influencia en la pérdida del poder andaluz por los socialistas por primera vez en democracia. De hecho, Díaz ha perdido en el PSOE la inmensa mayoría de las simpatías y de los apoyos con que contó entonces, pese a los cuales las bases respaldaron a Sánchez. Y esta falta de apoyos, después del relato mencionado, da la razón a quienes le critican que no se haya retirado voluntariamente, máxime cuando se le había puesto puente de plata para hacerlo.

La institución de las primarias, a la que no puede ya hurtase ningún partido democrático, ha cambiado la política, ha regenerado a los partidos y, si se progresa en esta dirección, contribuirá a abrir estas organizaciones a toda la sociedad. Pero todavía persisten tics antiguos, por los cuales a veces se pone en duda el derecho de la militancia a competir internamente, sean cuales sean los méritos que puedan exhibirse. Lo que sucede en este caso es que el PSOE interrumpió su camino democrático cuando una ejecutiva dio un golpe de mano contra su secretario general –como si los ministros descabalgaran al presidente del gobierno que los ha nombrado- por causas oscuras e injustificables. Susana Díaz participó de buen grado y con malos modos en aquel aquelarre autoritario, y hoy su presencia chirría en esta demanda absurda de neutralidad por parte de todos en defensa de su candidatura. Veremos qué ocurre, pero los andaluces tienen mucho olfato político y grandes dosis de sentido común.

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