Llevo cinco entrevistas sobre el asunto de la lana y he contado más de una docena de artículos publicados. Estoy muy agradecido por la cobertura, pero la verdad es que me ha sorprendido. Parece que de pronto hemos descubierto que se siguen esquilando ovejas en Mallorca.

Para situarnos les cuento que tenemos 250.000 cabezas de ganado ovino en 2.388 explotaciones. El sector profesional representa 465 explotaciones prioritarias y preferentes que manejan alrededor de 101.000 animales. Como es lógico, estos animales tienen que ser esquilados cada año. El peso del vellón de lana varía mucho de una raza a otra, pero para tener una referencia, la oveja de raza mallorquina produce entre 3,7 kg de lana si el animal es macho y 2,1 kg si es hembra. Por lo tanto, hablamos de una producción potencial de en torno a 750 toneladas, de las cuales actualmente, entran menos de 300 toneladas en el circuito comercial.

El mercado mundial de la lana lleva años en caída libre, y este año ha vivido un cierre casi total, debido a la pandemia y a la fuerte contracción de la industria textil. También influye que China concentre el 50% del comercio mundial. Tampoco ayuda que España le venda a China el 80% de toda la producción a muy bajo precio. Esta estructura comercial se apoya en una red de pocos intermediarios en cada territorio, que no tienen ningún interés en manejar productos seleccionados y de calidad, y que se han acostumbrado poco a poco a llevarse el producto gratis o casi gratis, y ese es su negocio.

La lana es un producto excepcional. Es natural, renovable, reutilizable, biodegradable, y de enorme versatilidad para la innovación industrial, pero que hoy por hoy, está calificado como un subproducto. Esto implica que su gestión ha de hacerse en condiciones de seguridad ambiental y sanitaria y este asunto es complejo en las islas. Esto quiere decir, que no podemos hacer con la lana lo que queramos. Quiere decir, que un ganadero no puede esquilar sus ovejas y guardar la lana de cualquier manera o dejarla en el campo sin más.

Con todas estas circunstancias la consellería decidió aportar una solución este año, y solo para este año. Acordamos con cooperativas agroalimentarias cinco puntos de recogida a los cuales el ganadero lleva su lana en sacas que garantizan la trazabilidad, y la consellería contrata un gestor de subproductos autorizado que la recoge y la lleva a una planta intermedia y de ahí a la incineradora. Les tengo que reconocer muy claramente que no me siento orgulloso de la solución. Lo he dicho en todas las entrevistas. Solo hemos puesto una solución encima de la mesa para evitar un problema más al ganadero.

A partir de aquí hablamos de futuro, pero el futuro no es sencillo. Les podría hablar del tipo y rendimiento de la lana, del diámetro de la fibra, de los rizos del vellón y de otras tantas circunstancias a tener en cuenta incluyendo el escaso volumen que manejamos en Illes Balears. Tenemos que ser muy conscientes del tipo de lana que tenemos, para plantear alternativas realistas y lo que tenemos es una lana que supera las 28 micras de diámetro y que es calificada como «gruesa». Su uso potencial está en los textiles para el hogar, pero, sobre todo, en el uso industrial. La buena noticia es que hay iniciativas incipientes. Cooperativas agroalimentarias llevan trabajando varios años a pleno pulmón con los ganaderos para mejorar la trazabilidad de la lana y a esto, le suma un proyecto piloto con una empresa constructora de Mallorca para aprovechar el material como aislante de construcción. Tenemos otra iniciativa denominada «Llanatura», impulsada por dos mujeres jóvenes con formación y trayectoria profesional diferente y que centran su propuesta en la producción artesanal de tejidos naturales. Ahora nos toca dar apoyo articulado a toda esta iniciativa con la creación de un «Grupo de Innovación» que garantice la estabilidad del trabajo, los resultados y la canalización de los recursos. ¡La lana volverá!