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Elena Fernández-Pello

Por mí y por mis compañeras

Steinem impulsó el feminismo desde su profundo sentido de la amistad

Gloria Steinem y Dorothy Pitman Hughes, en 1971 en Missouri.

Cuando Gloria Steinem era joven sentía terror a hablar en público. Como se veía incapaz de hacerlo sola pidió ayuda a una amiga, Dorothy Pitman Hughes. Juntas se sentían más poderosas y al presentarse así ante la gente, una blanca y una negra, sin habérselo propuesto fortalecían la idea de que el movimiento feminista acogía a todas las mujeres. Pasado algún tiempo, en diciembre de 1971, las dos amigas lanzaron su primer proyecto editorial, la revista feminista Ms.

Steinem es un icono pop. Su rostro es, junto al de Angela Davis, uno de los más reconocibles de la tercera ola feminista. Más aún, es una referencia inevitable del movimiento por los derechos civiles en los años 60 y 70 en Estados Unidos. Ella suele decir que la fuerza para transitar por ese camino, el de la lucha por la justicia y la igualdad, la fue encontrando a lo largo de los años en otras mujeres, especialmente en sus amigas. «Se trata de aprender de cada una y recordar pedir ayuda cuando sea necesario», contaba no hace mucho, en plena pandemia, en una entrevista para la plataforma TEDWomen. Así de simple. Es mucho lo que les debemos a las amigas. Hay una complicidad femenina, consecuencia de experiencias y percepciones compartidas, que nos sostiene en las crisis y que nos impulsa a ser mejores. En ese sentimiento ha encontrado Steinem su inspiración.

La amistad, en el sentido en el que la entiende Gloria Steinem, trasciende las convenciones sociales y temporales. En sus primeros años como activista recorrió el sur de los Estados Unidos con una de esas amigas de las que siempre habla con agradecimiento, la abogada negra Florynce Kennedy. Juntas daban conferencias sobre feminismo, organizaban círculos de mujeres para conversar y buscar entre todas el modo de mejorar sus vidas. Había mujeres de raza negra e indígenas americanas, porque tanto Steinem como Kennedy entendían que el feminismo dejaba de serlo si no incorporaba a todas las mujeres, sin excepción.

Gloria Steinem es de la opinión de que la relación más importante de nuestras vidas es la que mantenemos con nosotros mismos, después van las que establecemos con nuestras amistades. Cuando era niña su libro favorito era Mujercitas, porque con aquella novela entendió que las mujeres son capaces de generar comunidades que son como pequeños universos femeninos.

Steinem ya ha cumplido los 87 años y acaba de ganar el premio «Princesa de Asturias» de Comunicación y Humanidades. Entre sus amigos se cuentan intelectuales, políticos y celebridades. Ella misma es una celebridad: ha sido fotografiada por Annie Leibovitz, ha protagonizado portadas en revistas como Time o Vogue, da conferencias, concede entrevistas. Sigue cultivando las antiguas amistades y proyecta ese profundo sentimiento, el de la amistad, hacia el futuro. «Las jóvenes me inspiran mucho. Siempre he sentido que solo tenía que esperar un poco para ver nacer a algunas de mis mejores amigas», ha dicho en alguna ocasión. Gloria Steinem ha conseguido grandes cosas, empezando por la aprobación de la Enmienda de Igualdad de Derechos en todos los Estados Unidos. Las hizo por sus amigas y ellas la ayudaron a ello.

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