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Juan Gaitán

Fronteras

Si algo determina brutalmente la existencia de un «ellos» y un «nosotros», eso es una frontera

Siempre me ha inquietado el modo de ser de las fronteras. Alguien traza una raya y determina que ya al otro lado es otro mundo. Yo he estado en esa linde de agua y poca tierra que establece que hasta aquí es España y Europa y desde aquí es Marruecos y África. Me llevó mi hermano Germinal, que ha sacado más gente del agua de la que puede recordar, tanto en esta crisis tan mediática como en otras miles que se han ido sucediendo a lo largo de los años y por las que, cuando las cuenta, se le desbordan de pronto en la mirada los dos mares de Ceuta.

En esa frontera, como en otras en las que he estado, he seguido sin comprender el mundo, el orden absurdo de las cosas. Siempre me resultó difícil de entender del todo el «nosotros» y el «ellos», aunque es evidente que solo se pueden construir desde el «yo». No sé si me estoy explicando claramente. Pero si algo determina brutalmente la existencia de un «ellos» y un «nosotros», eso es una frontera.

«Un lugar de ausencia/ un hilo de miserable unión» dice Alejandra Pizarnik en un poema titulado «Fronteras inútiles». Recordé esos versos aquella tarde con mi hermano Germinal pero no le dije, nunca le he dicho, que algo se me quedó para siempre a mí en Benzú, algo que hizo que pensase en mi madre en la estación, intentando no llorar; mis hermanos extrañados, perdidos en un mundo desconocido, demasiado pequeños aún para entender; mi padre con una maleta prestada, muy poco dinero escondido en un falso forro del abrigo viejo, casi inservible, y sin nada que decir, nada que no hubiese dicho ya muchas veces, y mi madre mirando al suelo, sabiendo que cuando él se marchase ya nadie pronunciaría su nombre, que cuando él se fuese ella sería un modo de silencio.

En Benzú el mar y el viento, ajenos a las vallas, las concertinas y los centímetros de suelo y agua que ya no son «nuestros» y son «de ellos», mantienen una vieja disputa sobre la luz y las gradaciones del azul. Y ahora, en estos días en que he visto de nuevo aquellos territorios, sigo sintiendo que soy un fronterizo allí donde me encuentre, porque nunca estoy, jamás he estado, del todo en ningún sitio, y por no ser ni mío siquiera he sido. Porque algo me identifica siempre con el que se aleja de su casa, y seguramente ese algo sea el deseo de regresar.

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