En la Francia ocupada por los nazis, febrero de 1942, Paul Éluard, primer marido de Gala Dalí, escribió el poema Liberté. «Sobre mis cuadernos de escolar/ sobre mi pupitre y los árboles/ sobre la arena de nieve/ escribo tu nombre…». Como fuera que vivía oculto, huyendo de la Gestapo, le pidió a su esposa Nusch -María Benz- que acercara el texto a una imprenta amiga. Una mujer atractiva y valiente que conservaba el acento de su Alsacia natal no era, en principio, fuente de fácil sospecha.

La artista infinita y musa del surrealismo escondió la cuartilla con las estrofas en una caja de bombones. Me la imagino de camino, controlando nervios y miedo, recitando mentalmente, a martillo y espátula, afluir en su final: «Y en el poder de tu palabra/ vuelvo a vivir/ nací para conocerte/ para nombrarte:/ Libertad!». Ligero temblor en las manos, llevaba en aquel pequeño continente toda la ilusión de unos chocolates bien plantados. Y nuestra libertad completa.

Aviones ingleses lanzaron sobre el París que coadyuvaron a liberar un puñado de españoles, silenciados durante años, miles de copias, en paracaídas. Aquellos anarquistas ganaron la guerra que perdió el ejército español, más ducho frente a civiles propios que ante soldados ajenos.

En 1971 Gian Franco Pagliaro, cantautor italo-argentino, compuso la que se convertiría en canción emblemática, años 70 del pasado siglo, «Yo te nombro Libertad», sin duda inspirada en el texto de Éluard. La escuchamos en la voz emocionada y emocionante de Nacha Guevara quien tuvo que exiliarse por razón de interpretar y convertir esta copla en himno y ofensa a la Junta Militar. «Por el pájaro enjaulado/ por el pez en la pecera/ … por el nudo en la garganta/ … por el beso clandestino…”. A menudo un verso nos acoge y nos acompaña mientras, ojos cerrados, vemos una pared inmensa en la que alguien, con prisas, escribió Libertad, «…tu nombre verdadero».

Y en 1976 un grupo de jóvenes andaluces de Huelva, Jarcha, salvada la gubernativa prohibición inicial, cantaron miles de veces Libertad sin ira. Hasta en quince ocasiones repite la letra “libertad, sin ira, libertad». Es un recuerdo de la transición, de lo mejor que hemos hecho, pasar página, «... gente que sólo desea/ su pan, su hembra y la fiesta en paz».

Rememoré melodías y versos al tropezar con el vídeo de campaña de la Presidenta Ayuso -con razón quemó las redes sociales- en el que aparece con una porra en la mano, boca llena, gritando «¡Libertad!». Olvidemos a los muertos, aparquemos la gestión, no podíamos cerrar Madrid sin cerrar España –no íbamos a aceptar el requerimiento del iluso Torra-, reivindiquemos «la convivencia, la unidad –siempre sacrosanta aún en madridista posmodernidad- y la libertad que necesita España», «empieza un nuevo capítulo en la historia de España», «Madrid es libertad», «Madrid es España».

Vídeo y campaña alcanzaron un punto de épica con aspectos de modernez. Esa inhibición que permite leer la democracia como el sistema en el que todos pueden decir cualquier cosa, aun banal. Con diferente resultado, el vomitivo cantante a la cárcel, la política sin estudios, a la presidencia. El electorado ha comprado, con facilidad y felicidad, doce frases simples. Tapas, cañas, dumping fiscal escondido tras la unidad de España, desparpajo y casticismo. Porra en mano y boca llena, «¡Libertad!».

Sin embargo para que la gloria de la presidenta Ayuso fuera completa, e histórica, eché en falta a la Guardia Civil, el coronel Pérez de los Cobos -mi héroe- de nuevo al frente de Madrid, repartiendo entre los votantes. Lo hicieron con los catalanes un día que votaban en broma. Mayor enjundia habría tenido hacerlo con los madrileños el día que se han empecinado en alzar a los altares de la historia a la Presidenta Ayuso. Voto a Ayuso, hostia. Bellísimo marco de libertad, tu nombre y sin ira, a reivindicar. Mientras repetía, una y cien veces, «Se ha criminalizado Madrid».

Cómo lamentamos Ayuso y yo la ocasión perdida. El conocido como día de las hostias será oprobio de la Guardia Civil y del coronel, pero sólo lo podrán reivindicar los catalanes. Por esa razón, y otras que no hacen al caso, la victoria electoral será como el discurrir de Arrimadas por la política del Principat. Se lo dijo Torra en su despedida «¿Oye este silencio? Este silencio es lo que queda de su paso por el Parlament, la nada». Así ha sido con Arrimadas que de un tiempo a esta parte ha dejado de escuchar los cantos de sirena de aquellos aplausos que sólo obtuvo por practicar el anticatalanismo. Así será con Ayuso.

La historia necesita el transcurso del tiempo para determinar qué hechos pueden calificarse de históricos. Y las bellas palabras obtienen su razón de ser en manos de los poetas, rara vez en boca de los políticos. Octavio Paz cierra su «Libertad bajo palabra» diciendo «Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día».