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Matías Vallés

Podemos morirá en brazos del PSOE

La única vía de salvación de la izquierda radical consiste en romper el pacto de Gobierno, con lo cual recibiría más críticas que al sellarlo

La frase «el presidente y yo estamos más unidos que nunca», escanciada esta semana con cariñosa entonación, no surge de la esposa de Pedro Sánchez. Tampoco es una declaración de lealtad de un barón del PSOE. Fue lanzada espontáneamente por Yolanda Díaz, heredera de Pablo Iglesias así en el Gobierno como en el partido. La unión casi mística se le presupone a una líder de Izquierda Unida, pero dado que la coyuntura de Podemos es agónica y agrava la debilitada situación de los socialistas, debería calibrar una mayor frialdad. Distancia social, la llaman ahora.

Yolanda Díaz ha sido aclamada como la gran esperanza blanca de la izquierda alternativa. Iglesias la ha catapultado por encima de Irene Montero, pero resulta sospechoso que la promoción haya sido aprobada por quienes discuten hasta el peinado del dimisionario. La dureza de pedernal que el saliente atribuyó a su sustituta se disgregó en yeso polvoriento, al admitir la humillación de un retroceso a vicepresidenta tercera. La delegada y relegada posee el perfil ideal no para salvar a Unidas Podemos, sino para salvarse de Unidas Podemos, según arraigado hábito migratorio de los dirigentes comunistas.

Un par de codazos, y el PSOE ya ha conseguido implantar el tópico de que gobierna en solitario. El otro Garzón, Castells en el aire o la viuda política son apenas pernos sobrantes al rearmar el frigorífico. En contra de lo habitual en las alianzas, el peso de Podemos en el ejecutivo es muy inferior al de sus 35 diputados en el Congreso, pieza fundamental del engranaje de la legislatura. La primera coalición de la democracia se ha disipado antes de consolidarse, se frunce el entrecejo al constatar que Podemos sostiene al Gobierno.

La izquierda prodigaba los dilemas esencialistas antes de que los usurpara Díaz Ayuso, aquí encaja «pactar y morir». Adondequiera que se dirija el PSOE tras la debacle de Madrid, arrastrará en su estela a los restos del naufragio de Podemos. Para hundirse juntos o para asfixiar al socio si el hermano mayor revive, en aplicación del acendrado principio socialista de ocupación del recipiente entero que lo contiene. El progresismo tradicional ni siquiera necesita ser progresista, dado el abultado fondo de armario en candidatos intercambiables. De ahí que Zapatero o Sánchez parecieran inesperados.

Podemos morirá en brazos del PSOE, a falta solo de decidir si el fallecimiento ocurrirá por impacto o solo por pacto. Para borrar las pistas del particidio, se enarbolará el extremismo irredento de la izquierda radical, que en realidad se traduce en una socialdemocracia edulcorada y a la derecha hoy de Joe Biden. La única vía de salvación del conglomerado instituido por Iglesias consiste en romper el pacto de Gobierno. Oportunidades no van a faltarle, porque todas las decisiones de futuro ostentarán la etiqueta socialista.

Tranquilos, que Podemos no elegirá la vía de la regeneración en soledad. La contemplación de Díaz sin volumen ilustra sobre la preeminencia del cargo frente a cualquier otra consideración, incluida la supervivencia colectiva. Al margen de que la vicepresidenta enésima se haya enfundado el uniforme socialista, la ruptura del pacto letal cebaría la ironía de que los debeladores de la kermesse «socialcomunista» pasarían a acusar al hermano pequeño de irresponsable, por colocar al país en vilo. Podemos resume y logra el voto de quienes todo lo hacen mal.

La postura más realista obliga a referirse a Podemos en pasado, la querencia de la política por las efemérides ha simultaneado la extinción del partido con la primera década del 15M. Cabe recordar que se trata de muertes gloriosas, la fecha mágica y la adaptación del «Yes we can» de Obama son famosos en el mundo entero. En cambio, nadie conoce a Ciudadanos, por fortuna para la España que ha caricaturizado. Claro que el «Podemos de derechas» esbozado por Josep Oliu, a la sazón presidente del Banco Sabadell, no era la pandilla de Rivera sino el Más España de Íñigo Errejón.

Sobrevuela todo lo anterior una percepción de cambio de ciclo que puede ser imaginaria, aunque el PSOE se preocupa más por acentuarla que por reconducirla. La irascibilidad excesiva del ministro Ábalos en el Senado, el pasado martes, revela la inestabilidad del momento político con mayor rotundidad que la cosecha de análisis de las elecciones madrileñas. El ímpetu de la reordenación es tan acusado que ni la proverbial torpeza de Casado parece capaz de interrumpirlo.

Podemos aguantará en coma inducido, en La Moncloa y en San Jerónimo. La preocupación por el mantenimiento del sueldo crece en pandemia, los diputados no pueden dimitir por encima de sus posibilidades. En cualquier caso, el abandonismo por la falta absoluta de fuelle no firma el certificado de defunción del progresismo no bipartidista. Ahí está el auge de BNG, Bildu, CUP, ERC, Compromís o Más Madrid. España ha vivido años sin una izquierda autentificada, durante las etapas de la gran corrupción

El bipartidismo consiste en creer que no le debes nada a nadie, solo has de aguardar tu turno y respetar el contrario. En este balancín, la izquierda siempre es sospechosa y debe legitimarse, véase a Zapatero aplaudiendo a Aznar o al PSOE votando la investidura de Rajoy. Conviene repetirlo, el PSOE vota la investidura del Rajoy de Bárcenas, después de los sms cómplices sobre la caja B.

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