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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Menos Einstein y más autocrítica

En vez de culpar a los votantes, los partidos políticos de izquierdas deberían revisar qué falla para que conecten tan poco (y, a veces, tan mal) con las necesidades de las personas

Ilustración DDM

El político, presuntamente de izquierdas, Juan Carlos Monedero, hizo un análisis de los resultados electorales madrileños que es digno de ser olvidado. Un razonamiento cargado de prejuicios y de superioridad intelectual y moral. En su opinión, aquellos que ganan 900€ y votan a la derecha no son ningún Einstein. Vamos, que desde su atalaya del saber llamó idiotas a todas las personas que trabajan en precario y que han decidido votar a Isabel Díaz Ayuso. Uno de los rasgos que más admiro en las personas es su capacidad para encajar los fracasos, su manera de perder. Los hay que lo hacen con elegancia, asumen y aprenden de sus posibles errores y los hay barriobajeros. A tenor de sus declaraciones, él pertenece al segundo grupo. También hay políticos que hacen una autocrítica tan sutil, que de tan sutil parece inexistente. Es el caso de la ministra Carmen Calvo, que se escuda en que su formación no hace campaña hablando de cañas, de los ex o abriendo latas de berberechos. Lo que más decepciona es que estos comentarios vengan de formaciones de izquierdas a las que, inicialmente, se presupone que son más tolerantes e inclusivas. O eso pensaba.

Que haya ganado alguien que ha hecho de la palabra «libertad» su lema e ir de bares su actitud vital es un fracaso, en especial del resto de partidos políticos que no han sabido hacer ver cuán equivocados son esos razonamientos y contraponer sus argumentos. Si la oposición no ha sabido hacer ver a los madrileños que viven en una sociedad libre, pero que la crisis sanitaria exige ajustes, es que tienen poca capacidad de convencimiento. Si no han tenido capacidad para transmitir que la gente se muere, que la pandemia no ha acabado y que los profesionales sanitarios están exhaustos, deberían revisar sus dotes comunicativas. Si han permitido que gane la frivolidad y la falta de solidaridad, es que no han sido suficientemente buenos. No han sabido interpretar el entorno y empatizar con las personas. No han bajado a las cavernas, ni han escuchado los gritos de angustia. Si lo hubieran hecho, se habrían dado cuenta de que los ciudadanos, de aquí o de allá y de uno u otro color político, estamos hartos de los discursos cargados de destrucción. Que su insistencia en pretender que veamos la vida como todo o nada, democracia o fascismo, blanco o negro, libertad o comunismo es cansina. Que sus luchas cainitas aburren. Que queremos volver a ilusionarnos y confiar, que necesitamos intuir que la luz al final del túnel está a punto de vislumbrarse.

Isabel Díaz Ayuso lo ha conseguido. Ha logrado que unas cuantas expresiones frívolas e insustanciales relacionadas con una manera de vivir a la madrileña, tomarse un par de cañas a media tarde o hablar de los ex se asocie a la posibilidad de un futuro amable y a un concepto tan esencial y profundo como es la libertad. Si la respuesta de algunos partidos políticos es culpar al votante por creer en ello, mal andamos.

Por cierto, la alta incidencia de contagios de comunidades tabernarias, que practican el carpe diem y mañana Dios dirá, provoca que nuestro país quede fuera de la lista de destinos seguros. Pero no pasa nada, brindemos por ello y paseemos con la tranquilidad de que no vamos a toparnos con un ex.

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