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Cristina García Casado

No insultarás

Ofender a los votantes que te dieron la espalda no parece la mejor estrategia para atraerlos

La gente en Twitter no entiende qué pasó en Madrid. Corrijo, la mayoría de la gente que yo sigo en Twitter no entiende qué pasó en Madrid. Supongo que en otros timelines sí lo entienden y hasta lo celebran. No los veo: es el espejismo del entorno.

Todos vamos por la vida con un buen espejismo del entorno encima. La escuela, los medios y la calle están ahí para enseñarnos que hay otras cosas, que hay un piso de arriba con otras gentes que no sospechan su piso de abajo y estamos todos en el ladrillo de cristal (Cortázar). Pero también eso nos lo estamos cargando. Queremos una escuela, unos medios y una calle que ya piensen como nosotros, donde solo haya gente como nosotros. Lo que queda fuera de esa tapia no queremos ni verlo, no lo vemos, lo bloqueamos, unfollow. Las redes y el algoritmo colaboran para apretar bien fuerte la venda.

Dice Enric González en Historias de Nueva York que «las urbanizaciones de casas iguales para gente igual que piensa igual generan ignorancia y paranoia, los dos males contemporáneos de Estados Unidos». Creo que esto también lo estamos copiando.

Como si en lugar de compartir un país, con sus virtudes y sus defectos, habitásemos mundos diferentes que se entrecruzan al cambiar el Gobierno. Eso lo decía Kiko Llaneras en El País después de lo que pasó en Madrid.

Lo que pasó en Madrid: los partidos de centroizquierda pidieron una votación masiva para echar (sic) a la derecha del poder y la gente solo les hizo caso en lo primero. Votaron mucho pero no les votaron a ellos. «Ni en Vallecas», repiten incrédulos. A lo mejor la realidad es más compleja de lo que la pintan.

Y como no les votaron y no votaron lo que se supone que debían votar, desde el lunes solo reciben insultos y desdén. Juan Carlos Monedero (Podemos), que cada vez que abre la boca sube el pan, dijo que «los obreros que ganan 900 euros y votan a la derecha Einstein no son». José Félix Tezanos (PSOE) escribió que la derecha ganó por apelar a la «tabernidad». La vicepresidenta Carmen Calvo dijo que «un socialista no puede ir a hablar de cañas, de ex y de berberechos». Meterse con la gente que no llega a mil euros y frecuenta los bares no parece, en España, algo muy brillante. Einstein no lo haría.

Iñigo Errejón (Más Madrid) les afeó «llenarse la boca de pueblo y luego insultar al pueblo cuando toma decisiones que no te gustan». Pidió «regañar menos y persuadir más». Su partido fue el único de la izquierda con algo que celebrar el martes.

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