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Tribuna

La porra de Pericay

Albert Rivera se presentó sin ropa a las elecciones para la Generalitat de Catalunya del año 2006. Como vino al mundo, más talludito, aparecía su fotografía, de cuerpo entero, en la propaganda del partido Ciutadans.

Mi primera impresión, errónea y algo golfa, fue que se trataba de alguna convocatoria concursal que tenía vinculación con La Legión. No; ocultaba con las dos manos el aparato sexual-urinario, no era, en consecuencia, un concurso en torno a ningún tipo de virilidad, pretendía un sorpresivo y contundente mensaje de contenido político, «sólo nos importan las personas». Me volví a equivocar, segundo error, leí «sólo nos importan las persianas».

Me sorprendió el gesto de tapar una parte de la anatomía, precisamente aquella que, al menos por curiosidad, busca la mirada para averiguar cómo tiene la minga. O vestido o desnudo, siendo como ha sido el denunciante oficial de las medias tintas, aquí, el primer día, nos defraudó ocultando.

Un deje de falangismo puesto al día, muy edulcorado, le acompañó ideológica y estructuralmente desde los albores. Líder atractivo, joven, brillante, buen orador, amante obsesivo de España, su unidad, y de los españoles. Y acompañado de una cohorte de insignes intelectuales alineados con la idea de superar «la obsesión identitaria». Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Félix Ovejero y otros, entre los que debemos destacar a Rosa Díez, Toni Cantó y Fernando Savater. Al cabo ese compendio erudito volvía a ser el mismo muchos años después, una profunda incomodidad con el catalán. Ya no tengo tan claro si se trata del idioma o de los oriundos, o de ambos. A modo de ejemplo. Para Félix de Azúa -El País, 20.4.2021- los nacionalistas catalanes son «fanáticos», «carlistas», «franquistas», «fascistoides», «supremacistas», «totalitarios» y «arcaicos». Así describe al 52% del electorado -en el último recuento-, y a su base social, claro. Si añadimos a la «izquierda reaccionaria», tal cual la denomina, nos quedamos con que los buenos catalanes, para Azúa, serán los de Vox, no hay más.

Estructura y líder empezaron a tener excelentes resultados, el despliegue anticatalán caló en el electorado, es el eterno retorno. Pero el hecho de no haber formulado nunca un proyecto para aquella nación, comunidad autónoma, región o lo que sea le dejó convertido en un elegante mamporrero, óptimo en el «catenaccio» y pobre en el juego de conjunto.

El desvestido inicial decidió que habiendo hecho un buen trabajo le correspondía preparar la factura y marchar por España al efecto de cobrarla. Ahí llegó la gran decepción. España no le pagó en votos sus merecimientos. Ni las manos ni las palabras le sirvieron para solapar su enfado y resentimiento. Sorprendentemente ninguno de los intelectuales que le auspiciaban le advirtió que son muchas las circunscripciones en las que la percepción de un aspecto moderno o liberal en la derecha no tiene premio, antes castigo, en votos. Sean acaso unos amantes de España que conocen poco a la amada.

Herido en su honor, mancillado aquel pulcro momento inicial, decidió competir con el Sr. Casado a ver quién era más de derechas y más extremado o extremista. Se inspiró en aquella fotografía en la que aparecen Franco y Millán-Astray en un concurso legionario, esta vez sí, en el que gana el que lanza más lejos el lapo. La fotografía recoge ese momento previo al escupir, templar le llaman en buen castellano, en el que, en boca, se prepara el proyectil que debe ir bien armado de una mucosidad que le de consistencia, imprescindible para alcanzar una buena distancia.

El resultado del concurso derechista fue un puente sociológico-electoral por el que va desfilando el Sr. Abascal con sus huestes. Rivera y Casado los trajeron, y llegaron para quedarse.

El desnudo intelectual de Rivera no se tapa con las manos, ni lo han cubierto aquellos sabios que le acompañaban, algunos de los cuales estaban presentes en la sesión fotográfica, lo que les hace conocedores de lo que no vimos. El fracaso absoluto de ese planteamiento liberal en España obedece a una pretensión imposible, obviar sin resolver la realidad de Cataluña electoralmente y como producto netamente burgués.

El liberal burgués odia el producto político-social burgués comúnmente denominado catalanismo. Pierde el liberal porque acaba convirtiéndose en un ordinario y vulgar conservador radical. ¿Esta era la modernización de España? El próximo día 4 de mayo contemplaremos el resultado de Rivera, ya ido. Desnudo inicial, traición a España vendiendo por liberal lo que no era más que reaccionario y casposo, desastre y desaparición de su partido. Nada.

Sí nos dejará un momento memorable que vivió en la intimidad con gran dicha y regocijo, el día de las hostias. Ese día que ha encumbrado a su admirado y españolísimo coronel Pérez de los Cobos al libro Guinness de los records. Nadie dio tantos palos, a tanta gente, el mismo día en tantos sitios diferentes. El psicoanálisis explicaría el trayecto que va desde la fotografía que tapa la porra a la porra que reparte a burgueses el día que les da por votar de bromas.

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