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Norberto Alcover

En aquel tiempo | La desigualdad que provoca la pobreza

A raíz del último Foro de Davos, Oxfam Intermon emitió un Informe sobre la Pobreza y la Desigualdad de cara a la postpandemia. Su lectura resulta escalofriante, sobre todo si tenemos presente que tras cada una de las cifras que ofrece el Informe se encuentran personas, grupos sociales y en definitiva ciudadanos/as con los mismos derechos constitucionales que nosotros mismos. Constitucionales y, en fin, Derechos Humanos admitidos por el orden normativo mundial. Esto es lo que produce escalofríos: en estas circunstancias, siempre hablamos de personas, con sus ilusiones respetables, merecedoras, además, de que la sociedad les garantice poder alcanzarlas. Pero vamos al Informe en cuestión.

«Sin una respuesta adecuada, hay un grave riesgo de que la salida de la crisis profundice y eternice las desigualdades en España», afirma el director de la citada ONG, Franc Cortada. Y es que, tras estos meses pandémicos, la pobreza severa ha aumentado casi 800.000 personas, alcanzando récord de 5,1% españoles, en general los que estaban, de antemano, en situaciones de riesgo, pero también otras personas que nunca esperaron encontrarse así. Se trata de «los nuevos pobres», a los que el Estado, vía gubernamental, tiene la obligación de atender de forma permanente. Es un primer dato a tener en cuenta. Y que justifica las sencillas, pero contundentes palabras de Cortada al comienzo del párrafo. Es la mala distribución de la riqueza la que provoca una «situación desigualitaria», humillante para todos lo que la padecen. De todas las edades.

Es verdad que, según apreciaciones de la ONG, los ERTE habrían provocado que 710.000 ciudadanos/as, pudieran evitar la pobreza, pero se hace necesario conocer qué sucederá con estos receptores de tal ayuda en el momento en que ésta ceda, y que esperamos sea lo más tarde posible. En todo caso, seguramente caerán en el paro, lo que creará otro problema inevitable: cada vez menos cotizantes y cada vez más demandantes. Esta cuestión «tan ardiente», en todos los sentidos, pone de manifiesto la trascendencia de una justa y científicamente elaborada destinación de los fondos europeos, que deberían auditarse tras su aplicación en nuestro país, y saber con antelación que será así. A fin de cuentas, será nuestro Plan Marshall de cara al futuro de reconstrucción nacional. Y será toda Europa la beneficiaria del mismo. Por lo tanto, toda claridad y justicia en su aplicación deben de protagonizar esta oportunidad que la historia, vía UE, nos depara.

Pero todos estos planes no conseguirán su objetivo si, lejos de perdernos en frases tecnológicas de naturaleza preferentemente estatal y economicista, nuestra aportación sociopopular deja de mantenerse como hemos hecho en meses anteriores, y con tanta eficacia. Instituciones, ONG, parroquias, grupos vecinales, incluso personas en concreto, tenemos que seguir en la brecha para intentar mantenernos junto a los más golpeados por la pandemia y sus consecuencias. Y en algún momento, se hará necesario editar un Libro Blanco que reúna todas estas aportaciones de la sociedad civil ante los retos que nos abruman y seguirán abrumándonos. No suele ser una costumbre española, pero es de gran eficacia cuando se ha atravesado por circunstancias normales que necesitaron del apoyo popular de la ciudadanía en general. Quizás necesitaremos en el futuro una mayor coordinación, pero por el momento, hay que descubrirse ante tanta eficacia en proteger a nuestros conciudadanos y conciudadanas de «primeros peligros» con «primeros apoyos».

Como dice el Informe, en palabras ya citadas de su director, «sin una respuesta adecuada, hay un gran riesgo de que la salida de la crisis profundice y eternice la desigualdad en España». No sería de recibo que todos estos esfuerzos no fueran implementados de forma «adecuada», de manera que intereses políticos y económicos, también de clase y género, torpedearan nuestro porvenir. Y esperemos que la Justicia, desde su libertad e independencia, sobrevuele esta adecuación necesaria. Nunca como ahora, los jueces debieran de estar prevenidos contra aquellos y aquellas que, utilizando plataformas gubernamentales o autonómicas, barran para su propia casa en detrimento del conjunto. Nunca como ahora.

El Informe de Oxfam Intermon queda, así, como un necesario referente entre los muchos estudios sobre el momento que vivimos. Y hay que agradecer a su director esas breves palabras en las que nos obliga a proveer nuestro futuro de todos los elementos adecuados para evitar que se profundice y eternice la desigualdad que provoca la pobreza.

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