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Antonio Papell

Fútbol en llamas

Desde hace tiempo, los grandes clubes europeos, muchos de los cuales son eficientes empresas, han querido salirse de la férula política y burocrática de la FIFA y la UEFA, instituciones parasitarias sobre las que ha planeado a menudo la sombra de la corrupción, y que ejercen un oneroso monopolio que no ha sido capaz de salvar la gran crisis de la pandemia, que ha privado a los clubes de una gran parte de sus ingresos habituales, pese a lo cual han tenido que sostener a sus plantillas y sus infraestructuras. La televisión le ha permitido sobrevivir, pero los estadios vacíos han generado una imaginable crisis, que Florentino Pérez ha resumido expresivamente: «todos estamos arruinados».

La solución era conocida en sus líneas generales y ahora se ha bosquejado un primer modelo: doce grandes clubes —seis británicos, tres italianos y tres españoles— han intentado formar la Superliga, con la idea de alcanzar los veinte equipos, quince fundadores y cinco invitados que variarían cada año. Los 20 equipos hubieran quedado divididos en dos grupos de 10, con partidos a ida y vuelta; los tres primeros de cada grupo hubiesen pasado al sistema de eliminatorias a ida y vuelta a partir de cuartos de final; los cuartos y los quintos hubieran jugado una eliminatoria para completar los ocho equipos de cuartos. En total, se hubiesen disputado 197 partidos, todos entre los mejores equipos del mundo.

Se hubiera corregido así uno de los defectos invalidantes de la Champions, cuya última versión propuesta por la UEFA acaba de ser conocida, como un intento a la desesperada de frenar la irrupción de la Superliga: en la Champions, había también muchos partidos pero el interés del público sólo llegaba en las últimas fases eliminatorias, ya que en las primeras jugaban equipos de segunda y tercera fila que no generaban audiencia. Según el proyecto de Superliga, estos 197 partidos la tenían garantizada.

Por este procedimiento, la Superliga, que consiguió sin dificultad el respaldo de 6.000 millones de euros del banco JP Morgan, hubiese obtenido más de 4.000 millones de euros por derechos de televisión por temporada, bastante más que los 3.200 que proporcionó la Champions en la temporada 2018-2019, dinero que hubo que repartir entre muchos más equipos. Eso hubiera significado que el fútbol de elite hubiera conseguido resolver el tremendo déficit que hoy arrastra, al tiempo que hubiera habido muchos más recursos para el fútbol modesto y aficionado.

Es evidente que las Federaciones Nacionales, la UEFA y a FIFA, cuyos cuadros dirigentes viven como burócratas opulentos, presentarán batalla, pero no parece que los organizadores de la Superliga sean unos aficionados: el mismo martes, el Juzgado de lo Mercantil 17 de Madrid, a solicitud de la Superliga, adoptaba medidas cautelarísimas por las que se prohibía a la FIFA, la UEFA y a todas sus Federaciones o Ligas asociadas, adoptar cualquier medida que prohíba, restrinja, límite o condicione de cualquier modo, directa o indirectamente, la puesta en marcha de la Superliga así como cualquier medida sancionadora o disciplinaria contra los clubes participantes, sus jugadores y directivos.

La salida del proyecto de los seis clubes británicos, presionados por Londres y por los aficionados más encendidos, dificulta la puesta en pie de la Superliga pero no cancela el ímpetu que ha quedado acreditado, que pasa por la creación de una liga privada, que consiga explotar todos los recursos que puede brindar el audiovisual al garantizar una audiencia global apoteósica.

Es claro que la Superliga, que se jugaría entre semana, es perfectamente compatible con la Liga y la Copa, aunque el fútbol europeo debería adaptarse, como es lógico, a los nuevos planteamientos. Y las competiciones nacionales mantendrían íntegro el sentimiento de pertenencia que poseen los clubes en relación al lugar en que radican.

Es un motivo de satisfacción que esta iniciativa de futuro prometedor haya nacido de la mano de los tres clubes más grandes del país, que están asimismo a la cabeza del deporte europeo (el Real Madrid es el equipo que más veces ha alcanzado la Copa de Europa). Probablemente, el experimento no salga la primera vez, pero ya no habrá quien pare este ambicioso planteamiento, que es el único que puede garantizar la supervivencia del fútbol como deporte rey.

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