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Jose Jaume

Desde el siglo XX | Los «mantenidos» de las colas del hambre

Demandas de alimento, que proliferan en las grandes ciudades, Madrid a la cabeza, son las de los «vagos y maleantes» del franquismo, las que Ayuso desprecia desde su ultraliberalismo

Reparto de alimentos en las instalaciones de Montisión Solidaria.

El que observe a quienes, en cualquiera de las grandes ciudades españolas, se desesperan ante los lugares en los que se reparte comida concluirá, salvo que no quiera ver y oír, como apunta la sentencia evangélica, que son personas a las que la devastación que nos zarandea ha dejado a los pies de los caballos, gentes expulsadas de los mínimos decentes para sobrevivir; no son los «vagos y maleantes» que acuñó la dictadura franquista para neutralizar a la pobreza que se había enseñoreado de España, sino, reiterémoslo, ciudadanos que no saben, que no comprenden, las razones por las que han perdido sus trabajos, incapaces de entender que las ayudas que se les prestan no les permitan mantener mínimos de solvencia económica. Esas son las colas del hambre. No son las de los mantenidos de las izquierdas, que tratan de someterlos, cautivos, a espurios intereses. Por una vez Isabel Díaz Ayuso se ha salido del milimetrado guión que le dicta Miguel Angel Rodríguez y los que en el PP de Madrid imparten doctrina al partido en el entero territorio español. Los «mantenidos» de las colas del hambre son el epítome de la nueva doctrina económica del que pugna por indiscutidamente tornarse nuevamente partido ampliamente hegemónico de la derecha. Liquidado queda el señuelo del llamado centro derecha del que alardea Pablo Casado, sometido a lo que Ayuso adoctrina; lo que priva es explicitado ultraliberalismo, que algunos denominan, con acierto, darwinismo social o lo que es lo mismo: selección natural o lo que también es equiparación válida, ley del más fuerte.

No descubre nada la derecha madrileña que uniforma al PP; son recetas económicas, las que la presidenta madrileña resume en lo de los «mantenidos» de las colas del hambre, reiniciadas por el norteamericano Reagan y la británica Thatcher, las que aplicó con entusiasmo el general Pinochet en Chile después de derrocar, sangriento golpe de Estado mediante, al presidente constitucional Salvador Allende, las mismas soluciones que se han establecido en el Brasil de Bolsonaro, donde la pandemia causa no ya estragos sino lo que parece ser mortandad planificada para deshacerse de material humano considerado inservible.

Todo eso es lo que empieza a ensayarse en Madrid con desparpajo, sin bridas y sin estribos. Solo que no conviene ventearlo antes de que el cuatro de mayo las urnas decidan lo que se da por descontado: inapelable triunfo de la nueva derecha ayusista, la de un novedoso PP que exclama satisfecho, remedando lo que en su día dijo satisfecho Aznar, «Madrid va bien», lo que lleva implícita la promesa de que si les dan la mayoría en el Congreso de los Diputados España irá bien, dejará de ser campo abonado para los que combaten la libertad, para los que pugnan por romper España e implantar el comunismo. Se acabará con el «ilegítimo» Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez. Es un reclamo burdo, pedestre, pero no por ello menos efectivo. La derecha ha descubierto, sin buscarla, a la nueva lideresa que necesita para salvar a España. Lo ha anticipado, cómo no, Esperanza Aguirre, a la que no arredran sus múltiples líos con la Justicia, las abundantes ranas de su charca: Ayuso es el futuro, la gran esperanza, que se olvide Pablo Casado del espantajo del centro derecha, lo que se impone es la derecha sin aditamentos, la que pactará satisfecha con los hermanos separados de Vox, a los que hay que hay que tratar con mimo, darles lo que razonablemente soliciten. Esa es la tesis que se ha impuesto abrumadoramente en el PP de Madrid, la que se empieza a exportar a las Españas aunque se resistan los Núñez Feijóo o Moreno Bonilla: si Vox reclama la consejería de Educación la obtendrá. Los «mantenidos» de las colas del hambre no van a ser obstáculo para la reconquista. Que se conformen con comer las pizzas que en su día les ofreció Ayuso. La comida basura sí está a su alcance.

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