La proximidad de las elecciones madrileñas ha vuelto a sacar al primer plano de la actualidad un hecho poco controvertible: Telemadrid, la televisión autonómica madrileña, da aprensión a los gobiernos madrileños por su independencia. La ley de 2015 que establece su actual marco jurídico otorga al director de Telemadrid, que tiene mandato hasta 2023, una independencia plena ya que su destitución requeriría los dos tercios del parlamento autonómico. Ello ha permitido hacer primar la profesionalidad, que a su vez ha generado credibilidad que se refleja en las audiencias: estas llevan varios años creciendo, tanto por la buena información de proximidad como por la veracidad neutra de sus informaciones.
Esta desconfianza que suscita Telemadrid en las mayorías políticas de gobierno es plausible y vital para un medio público, que tiene obligación de informar indiscriminadamente, al margen de las ideologías. Por fortuna, así parece entenderlo también finalmente Díaz Ayuso, quien, tras años de dar nla espalda ala cadena, se ha prestado al fin a asistir en ella a un debate preelectoral, en el que recibirá un trato profesional pero no privilegiado.
Este mismo camino es el que ha de recorrer, y que a buen seguro recorrerá, TVE, de la mano de su nueva cúpula, producto de un loable consenso. Porque los medios, sobre todo los públicos, han de ser de verdad ‘incontrolables’ si han de cumplir con la función que justifica su existencia.
