Diario de Mallorca

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Ahora que la vacunación se identifica poco menos que con la única esperanza (casi en forma de clavo ardiendo al que agarrarse) para recuperar algo del mundo que conocíamos antes de la pandemia, es bien lógico que desde las autoridades administrativas de mayor altura se nos haga llegar un plan sobre cómo y cuándo vamos a poder vacunarnos dependiendo de nuestra edad y de nuestras condiciones particulares. Lo que escapa ya a cualquier lógica es que se nos dé un plan detrás de otro y cada uno de ellos sea diferente. O que se promueva desde los medios de comunicación una especie de regla de cálculo para poder aclararse y, al meter los datos propios (yo lo he hecho) salga un abanico de fechas que cubre casi dos meses.

Llevamos oyendo no sé cuánto tiempo que el 70% de la población española estaría vacunada antes del verano. Estupendo. Luego, hace un par de días, ese objetivo se matizó diciendo que no sería hasta finales del mes de agosto. Vaya por Dios; la diferencia es importante porque antes salvábamos la temporada estival y ahora no. Pero lo que resulta ya del todo descorazonador es que dependiendo del territorio de que hablemos se pueda leer que habrá quien se quede sin la vacuna AstraZeneca y quien puede que le pongan la rusa, la Sputnik. Todo eso a la vez que desde el Gobierno se advierte que las decisiones se toman en el Consejo Interterritorial. Más que nada porque cunde la impresión de que donde en verdad se redactan y su difunden las noticias es en las oficinas de comunicación de cada gobierno, general o autonómico, y con muy pocas garantías de que nos estén diciendo nada sustentado por un mínimo de seriedad.

Es del todo comprensible que, viviendo en un mundo resbaladizo desde que comenzó la pandemia, haya en realidad un sinfín de situaciones del todo imposibles de prever. Hace nada el coordinador, o lo que sea, de la lucha contra la covid-19, el doctor Simón, dijo que cuando comenzaron los problemas se decidió recluir a toda España porque no se sabía a ciencia cierta qué hacer. Bien duro es que nos lo digan así, de forma tan cruda y a toro pasado. Pero se supone que un año después el nivel de conocimiento habrá aumentado no poco y, en consecuencia, serían exigibles noticias mucho más serias y creíbles acerca de algo que afecta de manera tan directa a nuestra salud como el hecho de vacunarnos.

Tampoco pedimos tanto: que se den fechas basadas en previsiones reales sobre la llegada de vacunas y la capacidad logística para que estén en los centros sanitarios. Podemos lamentar que haya que esperar aún mucho pero sólo si hay alguna garantía de que la fecha pospuesta que se nos da es real. Lo que no es de recibo es que a cada momento se nos diga que se va a reunir el Consejo Interterritorial de Salud (o como se llame) y ya nos irán diciendo lo que en el día de hoy se les ocurre.

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