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Faltan vacunas

Cuando irrumpió la gran pandemia en China, se construyó un gran hospital para 1.000 camas en diez días para combatirla de la forma más expeditiva posible: el 23 de enero de 2020 comenzaban las obras, que acababan el 2 de febrero.

En España, los contagios nos sorprendieron también sin los recursos adecuados y pronto se desbordaron los hospitales públicos y privados por la afluencia de casos graves que requerían UCIs y respiradores. Hubo que improvisar, y en diversas ciudades se construyeron espacios sanitarios, anexos a los propios hospitales o, como en el caso de Madrid, aprovechando naves disponibles: el 23 de marzo del año pasado, se inauguraba el hospital de IFEMA que llegó a albergar 5.500 camas. Más adelante, la Comunidad de Madrid decidió construir un hospital específico de pandemias, el Isabel Zendal, que se construyó asimismo en un tiempo prodigiosamente breve…

Instalaciones semejantes se han construido en prácticamente todos los países europeos para combatir la COVID-19… Y, sin embargo, no parece que esta facilidad a la hora de edificar instalaciones sirva para erigir fábricas de vacunas. Una vez descubiertos y probados los fármacos, lo importante es disponer de grandes cantidades de ellos en el mínimo tiempo posible. ¿Por qué Bruselas y los gobiernos no han cooperado con las farmacéuticas para instalar nuevas fábricas con la mayor urgencia? Porque estamos en una cuenta atrás, y cuanto más se retrase la producción de vacunas, más víctimas mortales dejará como secuela esta cruel enfermedad

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