De todas las ministras y ministros que nos han visitado los días previos a la Semana Santa, justamente tenía que ser la ministra de Turismo, si bien lleva también el título de Industria y Comercio, la que visitara la zona industrial de reparación de grandes yates de la empresa Servicios Técnicos Portuarios (STP) ubicada en el corazón de la ciudad de Palma, supongo que en una promoción de una futura ruta turística entre enormes carpas de plástico, lo que se podría llamar, plagiando la serie de televisión rodada entre los invernaderos de varias poblaciones de Almería, un mar de plástico.

Efectivamente, la ministra Reyes Maroto viene a tener a su cargo tres carteras, pero siempre que ha tenido relación con nuestra Comunidad Autónoma se ha centrado en nuestro monocultivo, que es el turismo.

Pero quizás podría haber sido la ministra de Trabajo y Economía Social quien realizara la visita turística por los muelles comerciales, antes de ir al Teatre Principal, para recabar la opinión de los trabajadores y tripulantes extranjeros que se debían encontrar a cargo de esta actividad de pintado y reparación de yates, aunque para ello tuviera que haberse adentrado entre las laberínticas cubiertas de plástico. De esta manera se podría haber interesado también por el impacto económico que supuestamente generan las empresas de mantenimiento y reparación de yates en los trabajadores propios de estas Islas y no sólo en algún empresario, concesionario privilegiado de la Autoridad Portuaria de Baleares.

Tampoco hubiera estado de más que el ministro del sector portuario, José Luis Ábalos, ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, de camino a la visita al Baluard del Príncep, hubiera hecho una parada en el puerto y comprobar en qué se han convertido unos muelles dedicados históricamente al atraque de los buques de línea regular de carga y pasaje, y ahora sustituidos por un gran polígono industrial en pleno Paseo Marítimo, que va creciendo año tras año. Quizás se habría preguntado y posteriormente preguntado al presidente de la Autoridad Portuaria, si esta ocupación se ajustaba al plan de utilización de los espacios portuarios; a la vez que se podría haber dirigido al alcalde de Palma que le acompañaba, cuestionándole cómo podía permitir en el centro de la preciosa ciudad de Palma, enfrente de edificios emblemáticos como, por ejemplo, la Catedral, Lonja o el Consolat de Mar, semejante impacto visual, ecológico y paisajístico en el espacio ocupado por STP.

De todas formas, si bien le pudiera corresponder a la ministra de Industria y Comercio, en dichas dos funciones, mostrarle las bondades económicas de la actividad de reparación y mantenimiento de grandes yates; en su función de Ministra de Turismo, nuestras autoridades no deberían haber hecho trampas y enseñarle igualmente la enorme explanada del Muelle Viejo desde el mirador de la Catedral o desde el aire, para conocer su opinión desde una visión turística.

También se le debería haber explicado a Reyes Maroto la alternativa de que esta actividad podría ubicarse perfectamente en otra zona del puerto de Palma, alejada del centro de la Ciudad, concretamente en el Dique del Oeste, aspecto que no contradice ni menoscaba, sino más bien al contrario, el apoyo ofrecido del Gobierno a las empresas de reparación de yates y su apuesta por la innovación y desarrollo tecnológico; que por supuesto seguirían en el puerto de Palma, pero alejadas de su centro histórico y neurálgico. Por supuesto que el puerto de Palma depende también del sector náutico, pero toda la isla depende de la llegada y salida de los buques de pasaje y mercancías. Ubicar los buques en los muelles comerciales y la zona de reparación y mantenimiento de yates en el Dique del Oeste y no al revés, como ya ocurre y se pretende consolidar, supone además de un impacto económico, un beneficio para el ciudadano, para el turismo y para el paisaje urbano.

Tomen nota los ministros y apoyen esta alternativa, y que las autoridades locales cumplan con la legalidad y con el bien común, y no sólo con el apoyo a la empresa STP. Preservemos el puerto y la ciudad de Palma. La lógica y lo paisajístico no están reñidos con lo económico.