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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Pablo Iglesias se eclipsa, la derecha pierde su gran activo

Desaparece la magnífica coartada que ha exhibido la derecha para congregar a los suyos: la abrumadora presencia del líder de Podemos, vórtice de múltiples odios hispanos

Pablo Iglesias.

Qué deparará la dimisión de Pablo Iglesias en la suerte que vaya a correr la distorsionada política española. La pregunta carece hoy de respuesta, al menos de alguna con suficiente basamento. Lo que sí hay que anticipar con solvente seguridad es que las irascibles derechas, echadas al monte contra el Gobierno «socialcomunista», que está «cercenando las libertades» de los españoles, pierden a su principal activo, la encarnación en la que centrar buena parte de sus odios, sobre la que gravita el compendio de animadversiones del biempensante electorado proclive a dejarse regalar los oídos por las soflamas de PP y Vox. El espantajo comunista representado por Pablo Iglesias ha constituido el recipiente en el que vierten variadas frustraciones resultado de la impotencia que les embarga al no hallar fórmula adecuada con la que horadar el sólido suelo sobre el que ha aposentado sus reales el presidente Pedro Sánchez. Iglesias marcha a Madrid, donde Isabel de España (es sabido que la capital del Reino es España dentro de España), ha obtenido, con la presencia de Iglesias, impagable obsequio para su histriónica campaña electoral, prolongación de su no menos disparatada acción de gobierno, lo que no significa que haya topado con el rechazo del electorado; más bien lo contrario: hay que conocer dónde se apesebran desde los tiempos de Esperanza Aguirre, cómo comulgan las derechas madrileñas, rocosas, uniformadas, impermeables, España dentro de España, ignorantes de las crudas realidades periféricas, ufanas por ello, para entender el éxito de Díaz Ayuso, el que probablemente amplificará el cuatro de mayo, salvo que Ángel Gabilondo ofrezca mayor sorpresa que la protagonizada por Salvador Illa en Cataluña. El socialista madrileño ganó las anteriores elecciones: no le sirvió de nada. Estaba el zascandil Rivera para cerrar la puerta a un cambio en el viciado y corrupto poder de las derechas. Resonó el no pasarán a la inversa. Sigue reverberando.

Qué será de Iglesias. Tal vez se adentre en el eclipse total, aunque de momento solo lo percibamos parcialmente. La biografía política del fundador de Podemos es la de inmenso éxito: ahí es nada construir un partido y en una década reventar el sistema político imperante desde la aprobación de la Constitución de 1978 entrando en el Gobierno, después de haber sido el hacedor de la primera moción de censura que consigue echar al presidente en ejercicio, al inane Mariano Rajoy; al unísono, constatar su pavoroso fracaso al canibalizar Podemos, purgar, en la peor de las tradiciones comunistas, a sus compañeros de aventura, demostrar incapacidad absoluta para la gestión gubernamental, contribuir decisivamente al desmoronamiento de la criatura que llegó a amenazar seriamente con destruir al acorazado socialista. No tuvo en cuenta la voluntad de hierro de Pedro Sánchez y, por encima de todo, sustancial variable histórica: la de que el PSOE, heredero directo del mejor bagaje de la Segunda República, actor principal de la izquierda del último siglo de historia, pervive en la memoria de generaciones de españoles como la organización política perdedora de la Guerra Civil, lo que siempre ha desesperado a los comunistas. Para la izquierda haber sido derrotado en la Guerra de España es, ocho décadas después, aval fundamental. Que se lo digan a las derechas, que no dejan de bramar contra tanta memoria.

Acotación paralela.- Los independentistas catalanes se desenvuelven en un mundo físico diferente al del resto de España y de Europa. El suyo es espacio-tiempo circular, el del eterno retorno de la cosmología budista e hinduista. Volver siempre al principio es agotador, hasta para ellos. Mientras Puigdemont en Bruselas y Junqueras en la cárcel, por torpe y antidemocrática decisión del Tribunal Supremo, sigan al mando el eterno retorno impondrá su ley.

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