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Hoja de calendario | Silencio sepulcral

Ha vuelto el ajetreo político. La «nueva normalidad» consiste en el vértigo habitual de los procesos electorales, que se han aglomerado innecesariamente a pesar de que desde el inicio de la pandemia los políticos han reclamado para la letal fatalidad atención preferente. En Madrid, la polémica sobre las medidas de seguridad que se ha mantenido durante todo el año largo de contagios, se utiliza ahora como leitmotiv de campaña, y estamos al borde de que los contendientes se arrojen la covid a la cara, como si fuera un amargo juego de pelota.

El panorama está amargamente divertido. Hay tránsfugas que cruzan con desparpajo el escenario, renuncios de todas clases que desacreditan los programas ideológicos, movimientos extraños que indican que los políticos profesionales se acercan siempre al sol que más calienta… Nada que no conozcamos bien de otras veces. Nada que haya dejado de escandalizarnos ante la evidencia de que el interés general está también ausente de estas elecciones.

De unas elecciones en las que no se menciona un dato crucial, sobre el que se mantiene sepulcral silencio: nadie recuerda en público que están muriendo todavía centenares de personas en las UCIs de los hospitales por causa de la pandemia. Más de 300 al día. El célebre avión imaginario que se estrella a diario en nuestro país y produce una gran tragedia continúa cayendo con obstinada cotidianidad. Pero ya ni siquiera es un dato relevante de los telediarios. El muerto al hoyo, ya sabe. Y los políticos a lo suyo, que trae mala suerte hablar de las desgracias ajenas.

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