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Segunda batalla por Madrid

Una vez fracasado en Madrid el intento de golpe de Estado planeado por los militares rebeldes al Gobierno de la República, la inicial obsesión de los alzados en armas fue tomar la capital lo más rápidamente posible. Entre otras cosas, por el impacto propagandístico que eso podía suponer internacionalmente en una opinión pública cada vez más orientada a soluciones políticas autoritarias. A tal efecto, el general Franco, que ya empezaba a asomar la oreja de su incipiente caudillismo, ordenó a su compañero Varela, triunfante en el frente del Norte, mover las tropas hacia el sur. No fue un camino ni fácil ni cómodo. Hubo batallas con gran despliegue de medios y hombres (Jarama, Guadalajara, Brunete...) pero el combate definitivo no llegaba y ya casi en las calles de Madrid la línea del frente se estabilizó en una guerra de trincheras en torno a la Casa de Campo, el parque del Oeste, las orillas del río Manzanares, y la Ciudad Universitaria, donde una bala perdida acabó con la vida del dirigente anarquista Buenaventura Durruti. La gesta de lo que empezaba a conocerse mundo adelante como la Batalla por Madrid produjo mucha literatura de la buena (Hemingway, Dos Passos, Koestler y Malraux, entre otros). Y también mucha buena fotografía (la imagen del miliciano muerto por un balazo, durante el asalto a una trinchera, hizo universalmente famoso a Robert Capa). Igual que los ojos de esos ciudadanos aterrorizados ante la inminencia de un bombardeo aéreo, una táctica que se empleó por primera vez contra la población civil. Al fondo puede leerse una pancarta con el conocido lema “No pasaran”. Venir a Madrid para ver , desde la cercanía del bar del hotel Florida, cómo se destrozan entre sí unos seres humanos mientras te tomas un güisqui con otros corresponsales de prensa debió de ser una experiencia muy emocionante. Parecida a la de los espectadores del circo romano. Se ha polemizado mucho con la posibilidad de que el general Franco, una vez fracasado el golpe en Madrid, optase por retrasar la conquista de la ciudad para dar tiempo a una operación represiva de largo alcance como luego se demostró durante su larga dictadura. Digo lo que antecede porque ahora ha vuelto a hablarse en los medios de la “segunda batalla de Madrid”. Nada que ver. Para empezar, las fuerzas que defienden la plaza al grito de “No pasaran” son las de Inés Ayuso, una neofalangista criada a los pechos de doña Esperanza Aguirre y de doña Cristina Cifuentes, dos rubias de frasco, como antes se decía, que acabaron cesando envueltas en supuestos casos de corrupción La primera de ellas terminó croando en la charca donde engordaban sus dos más queridos y patrocinados batracios, González y Granados. Y la segunda se benefició de una titulación académica que no había solicitado, lo cual no deja de ser milagroso. En cuanto a los que pretenden reconquistar la Presidencia del Gobierno autonómico para la izquierda, poco que decir. Don Ángel Gabilondo, que fue fraile, confunde la moderación política con el aburrimiento. Me cuentan que en algunos casinos provincianos más de uno y de dos socios se han dormido viéndole parlotear en la televisión. Se echa de menos a don Enrique Tierno Galván.

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