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Miguel Vicents

El contador de árboles perdidos

El alcalde José Hila ha decidido que la primavera es una luz a favor y ha plantado un contador de árboles en el centro de Palma esperando que le salgan hojas verdes y los pájaros se posen en sus ramas. La ocurrencia solo es comparable al memorable catálogo de parques y zonas verdes de la ciudad que en su día publicó José María Rodríguez y que, en un ejercicio de realismo mágico, incluyó en sus páginas satinadas a todo color la medianera de las Avenidas como nuevo pulmón verde urbano de referencia. Alabo el compromiso municipal de plantar 10.000 árboles en Palma y estoy seguro que será una iniciativa muy positiva, pero quizá hubiera podido visibilizar mejor esa promesa plantando el primero en el lugar donde ha levantado el poste publicitario con su marcador digital. Y que, por una vez, no fuera un ejemplar escuálido de tamaño liliputiense que para mantenerse erguido tenga que ser sostenido por dos postes de madera hasta el año 2050. Al fin y al cabo, esa madera salió de otros árboles que ya no existen, como los que va perdiendo el bosque de Bellver, cada día más amenazado; como los que se talaron en Son Puigdorfila para atravesar uno de los últimos bosques de la ciudad con una carretera inútil para evitar los atascos en los alrededores de los colegios de Son Rapinya; o como los monumentales pinos de Can Pastilla, que ahora resultan demasiado peligrosos para los ciudadanos aunque ya estaban en la zona antes de su urbanización masiva. Esa tarea para conseguir una Palma más verde debería empezar por la conservación del escaso patrimonio natural que aún tenemos en la ciudad como si fuera un tesoro y por la protección de los ejemplares más singulares. El resto es jardinería urbana, flores de temporada, decoración.

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