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Francisco Capacete

¿Qué podrían hacer miles de sabios juntos?

Enseñaba Sócrates -el filósofo ateniense no el futbolista brasileño- que sabio no es la persona que sabe muchas cosas. Por el contrario, sabe de cierto sólo una, que no sabe. El que reconoce su ignorancia sobre las cosas fundamentales es un sabio. Confucio, por su lado, explicaba a sus discípulos que la persona que comete un error y no lo corrige, comete otro error y es seña de identidad del sabio u Hombre-Ju el corregir diligentemente los errores que va cometiendo. Así que la sabiduría tiene mucho que ver con la sinceridad con uno mismo y la honestidad con los demás y muy poco con la acumulación de datos o la perfección impoluta.

Nosotros, como sociedad, y la humanidad en su conjunto, venimos cometiendo errores desde hace unos cuantos milenios. Por ejemplo, el crecimiento desmesurado de los imperios siempre generó problemas, guerras cruentas y pobreza. Este error lo tenemos muy presente porque las Guerras Mundiales del pasado siglo fueron provocadas por un crecimiento desmesurado de los imperios de aquel entonces. Nosotros, como sociedad, y la humanidad en su conjunto, hemos ido corrigiendo los errores cometidos y hemos aprendido cosas muy importantes. Por ejemplo, crear organismos internacionales mediante los cuales resolver de manera pacífica los conflictos entre países, unir las competiciones deportivas en la épica de las olimpiadas o dar nacimiento a organizaciones no gubernamentales que trabajan por el bien de los más desfavorecidos. Una de las conclusiones que podemos extraer de la historia es que siempre que hemos caído en una crisis hemos encontrado la manera de salir más fortalecidos. Podemos afirmar que la humanidad, aunque no lo parezca, posee cierta sabiduría.

Llevamos un año de pandemia durante el que hemos soportado de todo, confinamiento, cierre de negocios, soledad, desorientación, enfados, disputas, etc. Mucho dolor por las muertes y mucha felicidad por los que han salido bien de los hospitales. Los gobiernos han tomado las medidas restrictivas que han creído necesarias para evitar males mayores y también han tomado medidas de alivio y protección como paralizar determinados procedimientos sancionadores, autorizar la suspensión del pago de determinadas deudas y aprobar ayudas para las empresas y los trabajadores. Podremos estar de acuerdo o no con tales medidas, pero creo, sinceramente, que ninguno de nosotros lo hubiera hecho mejor.

Más allá de las opiniones personales que salen como géiseres de nuestros labios y escritos, tenemos que prestar atención a lo que realmente ha pasado y no quedarnos en el nivel superficial de las noticias y las críticas. Y una de las cosas que ha ocurrido realmente durante esta pandemia es que hemos estado un poco más pendientes de en qué podemos ayudar. La solidaridad ha sido una protagonista constante. Los colectivos sanitarios nos están dando un ejemplo intachable. Muchísimas personas y asociaciones han creado iniciativas de ayuda, ya sea recogiendo y repartiendo alimentos, ya sea, favoreciendo alternativas para los negocios locales. Nos hemos enfocado en lo social y no solo en lo personal. El resultado es que en un año se ha contenido la pandemia. ¡Esto es extraordinario! Si pensamos que en la Roma de los Antoninos las pandemias duraron hasta diez años, que en la edad media las pestes asolaban durante decenios y diezmaban a la población, y que la pandemia del SIDA, por tomar un ejemplo reciente, no se ha logrado estabilizar hasta al cabo de unos treinta años de identificarla, lo que estamos logrando entre todos puede convertirse en una de las victorias más grandes de la humanidad. Esta victoria no consistirá en acabar con una pandemia, sino en haber conseguido unirnos más allá de ideologías políticas, creencias religiosas, estratos sociales, apellidos y nacionalidades, por el bien de la humanidad, tanto la lejana, como la que vive en la puerta de enfrente.

De ser así, estaríamos corrigiendo uno de los errores, asimismo, más perniciosos que hemos cometido los seres humanos, el individualismo egoísta. A este error lo llaman en la filosofía oriental la Herejía de Separatividad, que consiste en la falsa creencia de que uno es una entidad personal desligada de los demás y que puede alcanzar la felicidad sin tener en cuenta a los demás. Nos hemos dado cuenta de que no podemos ser felices si no actuamos juntos, corazón con corazón, y hemos corregido el error del egoísmo. Para Sócrates y Confucio, hemos actuado como sabios. ¿Y si seguimos así, actuando como sabios? ¿Qué ocurriría si se unieran miles y miles de sabios?

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