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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Pasaporte vacunal

En muchos países se ha abierto un fuerte debate sobre la oportunidad o no de devolver a los ya vacunados al menos parte de las libertades perdidas por culpa de la lucha contra la pandemia.

Para los partidarios de la restitución de esos derechos, que no privilegios, a quienes les ha sido inoculada una vacuna, el Estado no debería seguir recortando sus libertades sino que tendría que establecer nuevas reglas.

¿Deben seguir llevando mascarillas en lugares públicos o someterse a cuarentena si da positivo algún miembro de su familia? Pero, al mismo tiempo, ¿qué pasa con los más jóvenes, a los que no ha llegado aún su turno?

En Israel, el país que más ha avanzado en ese proceso, los portadores de un documento que acredita que han sido ya vacunados pueden pisar las salas de conciertos, los restaurantes y otros locales cerrados.

Algunos países del norte de Europa se preparan ya para expedir pasaportes vacunales, que permitirán que la sociedad vaya recuperando poco a poco el ritmo perdido por culpa de la lucha contra la covid-19.

En Alemania hay distritos como el bávaro de Altötting que han expedido ya un documento de ese tipo : una especie de carné de identidad con la foto, el nombre y la fecha de nacimiento del titular.

Lleva el documento en el reverso un código QR, que, si se lee con un teléfono inteligente, certifica que la persona en cuestión ha recibido su vacuna.

Ese pasaporte vacunal lo ha desarrollado una empresa de la ciudad de Colonia, y ha recibido el visto bueno de la Oficina de Protección de Datos de Baviera, esencial en un país especialmente celoso de la privacidad de los ciudadanos.

Se trata en cualquier caso de algo muy local, y el Estado federal no ha tomado de momento ninguna decisión al respecto, lo que se achaca a la propia división de opiniones existente entre los ciudadanos.

Así, según un sondeo llevado a cabo por el semanario Die Zeit, un 68 por ciento de los encuestados son contrarios a que se privilegie de algún modo – si es que de privilegio puede hablarse- a los vacunados, frente a un 32 por ciento que están a favor de que se les restituyan las libertades perdidas.

Esa proporción se da prácticamente entre todos los grupos de edad y en todas las partes del país, algo sorprendente habida cuenta de que la extrema derecha de Alternativa para Alemania, especialmente fuerte en el este, no ha dejado de manifestarse contra lo que califica de «dictadura higiénica».

Para la especialista en ética de la medicina Christiane Woopen, que preside el Consejo Ético Europeo, la solidaridad que ha imperado a lo largo de los largos meses de confinamiento sigue imponiéndose a cualquier tentación individualista.

Pero hay quienes consideran, pese a todo, que sería de justicia devolverles las libertades perdidas al menos a algunos colectivos como el de los sanitarios, que ha estado sometidos a enormes sacrificios.

O también a los ancianos, que son quienes más han sufrido durante la pandemia, a a los que se permitiría así disfrutar de la última etapa de sus vidas.

Otros, sin embargo, como el dirigente cristianodemócrata Armin Laschet, probable candidato de su partido a suceder a la canciller Angela Merkel, argumentan que sería injusto para con los jóvenes, que serán los últimos en vacunarse. El debate está, como vemos, lejos de cerrarse.

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