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Mujeres

El Día Internacional de la Mujer, celebrado con las dificultades añadidas de la pandemia, no es una conmemoración retórica ni puede confundirse con un señalamiento intrascendente como otras muchas festividades recurrentes: la fecha sirve para enfatizar el tremendo abismo que aún separa en lo político, en lo social, en lo laboral y en prácticamente todos los ámbitos de la vida a mujeres y hombres, en perjuicio de aquellas obviamente.

Queda mucho por trabajar en el logro de la igualdad real y en cambios más o menos abstractos y difíciles de evaluar con precisión. Pero no se entiende cómo no se dan los pasos definitivos en terrenos en los que la desigualdad es mensurable, flagrante y llamativa, y en los que el desequilibrio podría resolverse mediante las actuaciones adecuadas. La brecha salarial, por ejemplo, se mantiene por la falta de control de la inspección del Trabajo y, seguramente, por la blandura de las sanciones a los infractores. Igualmente, una normativa más estricta y respaldada podría reparar la infrarrepresentación de las mujeres en los niveles altos de la gestión pública y privada. La lista de posibilidades es larga.

El resto de la tarea tiene que ver con la educación, la cultura y la política. El aprendizaje infantil y adolescente ha de incluir estímulos que consagren la igualdad de género, que hagan imperar unos códigos de valores equitativos e integradores. Y la violencia de género ha de ser extirpada de los genes ancestrales de una humanidad primaria y agresiva. El esfuerzo que nos queda es arduo pero no debemos perder un minuto a la hora de abordarlo.

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