Hace poco conocimos una chocante noticia: en Madrid, y a petición de partidos conservadores, se intentó borrar un mural homenaje a mujeres destacadas en diferentes áreas. Solo se evitó por la rápida respuesta feminista y ciudadana. La pregunta pertinente es ¿por qué un mural en un barrio es un objetivo a derribar? La respuesta es obvia: Porque son modelos positivos para otras mujeres y niñas. Y esto es peligroso para el machismo. Es mejor eclipsarlas, y así ha sido durante milenios. Los vientos misóginos han borrado el rastro de miles y miles de mujeres diversas que dejaron huella en su época, como si se tratase de tormentas de arena del desierto, que borra dunas por muy altas que sean. Han debido esperar siglos a que otras mujeres las rescataran de ese injusto barrido histórico. Injusto porque sus aportaciones han beneficiado a la Humanidad en su conjunto.

Han existido contra viento y marea y teniéndolo todo en contra. Recuerden que en el Concilio de Nicea (siglo IV) se decidió que las mujeres no teníamos alma, luego no éramos realmente humanas. No fue hasta el Concilio de Trento (siglo XVI) cuando se decidió que sí la teníamos. Y hay que recordar la larguísima lucha por el derecho al voto, a ser ciudadanas, aunque sea en el plano formal que no de hecho; esto aún nos lo tenemos que luchar día a día.

La estrategia del machismo de ahora es más sutil y perversa, pues consintiendo que haya alguna mujer conocida en algunos sectores o ramas del saber, aunque sea solo una, ya pueden decir «Sí que están, si no hay más es porque las otras no quieren, no se esfuerzan, no tienen las capacidades necesarias, etc». Como excepciones que solo confirman la regla, la patriarcal. Así, parece que solo los hombres han contribuido en masa al desarrollo humano en todas sus áreas.

Y la trampa más importante es tapar, a base de naturalizar los mecanismos sistémicos patriarcales que impiden de facto a las mujeres desarrollarse en igualdad de oportunidades y derechos, y que van desde la doble jornada, laboral y de cuidados, exigida solo a ellas, a la violencia simbólica que supone que se invisibilice y desvalorice a las mujeres sea cual sea la esfera en la que se centren, explicando la presencia de algunas como triunfadoras a título individual.

Pero no, la inmensa mayoría de las mujeres no cumple sus sueños porque para el sistema patriarcal es imprescindible que no los cumplan y que sigan atadas a roles sexistas, porque de lo contrario, se caería toda la trama de dominación y privilegio masculino. Por eso nuestros logros son tan sumamente peligrosos que es mejor taparlos, utilizando todos los medios, la violencia incluida.

Una amiga me dijo en 2006 que no podía nombrar de carrerilla a más de 8 o 9 mujeres importantes. Al cabo de poco publicamos, en dos partes, un trabajo para alumnado de Secundaria con biografías de mujeres desde la antigüedad hasta 1983, lo podéis encontrar en Google si tecleáis Todo lo que las chicas deben saber sobre la historia de las mujeres (y los chicos también).

Lo hicimos porque estas trampas machistas son especialmente graves con relación a las jóvenes, para evitar que solo tengan referentes masculinos, para que aspiren a quienes quieran ser en el futuro, porque no son, como dice la pensadora Marcela Lagarde, «huérfanas de género» que les baja la autoestima y la seguridad en sí mismas. Para eso necesitamos nombrar a todas, porque sin ellas la Historia está incompleta. Porque no sale una teoría ideológica alternativa como el feminismo, ni un movimiento social como el feminista de la nada, sino producto de muchas mujeres que han sido faros, modelos positivos para otras, hasta cristalizar en movimientos organizados. Como dice una canción feminista «La historia de las mujeres es la historia silenciada, tiene nombres, tiene fechas, tiene luchas realizadas». No somos una excepción de la regla machista, somos el 51% de la humanidad. Somos lucha, somos resistencia, somos revuelta, hasta acabar con esta regla patriarcal.