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Antonio Tarabini

Entrebancs | Reflexiones sobre el presente y el futuro

Por oficio y devoción me dedico a hurgar en las diversas realidades (económicas, sociales, políticas, cívicas, culturales….) que con sus éxitos y fracasos constituyen la sociedad donde vivimos y convivimos. El marco de análisis y reflexión es la constatación de una realidad, la covid 19 cuya pandemia se ha convertido en el gran catalizador de todas las inquietudes arrasando con nuestras seguridades y sumiéndonos en desasosiegos e incertidumbres. Mientras, esperamos la Vacuna.

Desde la Fundacio Gadeso hemos desarrollado múltiples investigaciones con el objetivo de conocer cuáles son los principales problemas que tiene la ciudadanía; y a su vez detallar cuál es el índice de confianza, a corto y medio plazo, en superar las dificultades especialmente en el área socio-económica. El punto de partida es la crisis del 2008, cuyas consecuencias siguen vivas y coleando; se cebó de modo especial en las clases medias, «desintegrándolas». Parte significativa de la medianas/pequeñas empresas y autónomos se volatilizaron; y la estabilidad en el empleo se perdió y las expectativas se diluyeron.

El objeto de esta investigación se centra en tres segmentos, procedentes de diversos contextos sociales. Los denominados millenials (25-35); los/as jóvenes mayores de edad (19-25); los adolescentes menores de edad (14-18). Todos ellos sujetos pasivos de la epidemia; y también actores de las manifestaciones convocadas como repulsa al encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, y la exigencia de libertad de expresión; aunque lo que les unía (y les sigue uniendo) es la lucha contra un sistema de vivencia y convivencia que no les posibilita ni el presente ni el futuro. Los adultos y bienpensantes los calificamos como antisistema, y nos quedamos tan felices.

Los millenials abarcan a un segmento formado por la generación que llegaron a su mayoría de edad (¿a su vida adulta?) con el cambio de siglo, y que en consecuencia ahora tienen entre 25 y 35 años. En España son más de ocho millones las personas que nacieron en la prosperidad, con un entorno político, económico y social infinitamente mejor que el de sus padres, pero que cuando llegaron a la mayoría de edad se dieron de bruces con una durísima crisis que truncó las expectativas de muchos de ellos. Son el colectivo de los sueños rotos. Como decía una joven millennial de forma gráfica en un conocido programa de radio: «Somos una generación de transición. Somos la última oportunidad en muchas cosas y la primera en otras tantas. Estamos entre lo viejo, que no acaba de morir, y lo nuevo que no acaba de nacer». Los millennials no encuentran un trabajo digno y de acuerdo con sus capacidades y formación.

Entre los 19 y 25 años comienza a vislumbrarse la emancipación. Una vida autónoma (personal, profesional, económica, social…) que posibilita (con pareja o sin ella, sólo o con amigos/as) formar un hogar propio y diferenciado, aunque inicialmente sea con apoyo familiar en la hipoteca o el alquiler. Tal modelo se fue al traste cuando el trabajo se convirtió en un bien escaso; y en la actualidad en caso de tenerlo, es de escasa estabilidad, calidad y bajos salarios. No sólo resulta imposible el acceso a una vivienda, sino también es inviable cumplir con los compromisos ya adquiridos a través de una hipoteca o alquiler.

El otro segmento es el formado por gente joven, menores de 19 años, adolescentes y preadolescentes, con contextos familiares y muy diversos. «Aspiramos a todo lo que han aspirado nuestros padres, pero ellos se conformaban con un trabajo que les diera de comer y nosotros queremos que nos dé de comer y nos guste». Pero ni tan siquiera encuentran curro para cubrir sus necesidades básicas. Un amplio grupo intentó entrar en el mercado laboral clásico, reconvertido en contratos temporales/precarios, muchas horas de meritorio y sueldos bajos. El que estas líneas escribe se ha visto en la absurda necesidad de aconsejar a jóvenes, hombres y mujeres, con un nivel formativo aceptable, que si querían encontrar un trabajo adecuado que eliminen de su curriculum parte de sus méritos. «Salario bueno no va a haber; temporal precario casi seguro; expectativas escasas».

A la espera de la Vacuna tenemos que hacer frente a un descontrol de los efectos de la pandemia. Se constata un cierto control de la curva; lo que nos posibilitaría ir reactivando nuestra actividad turística. No será fácil, pero sí posible e incluso probable, si obtenemos un 70% de población vacunada, recuperar unos índices de ocupación en torno al 40% durante la Temporada Alta (desde junio). Pero, sin renunciar a cambios en nuestro sistema vigente, es necesario abrirse a otras iniciativas empresariales y profesionales con un alto valor añadido. Tendremos que ser capaces de impulsar una nueva economía competitiva, sostenida y sostenible, recordando que el crecimiento de la productividad es la madre del cordero. El instrumento puede ser el uso de los fondos de la UE, 170.000 millones de euros destinados a España. Lo cual implica reformas estructurales, inversiones sustanciales e inteligentes en ciencia, en innovación y en educación en todos sus niveles y ámbitos.

Habrá que reconstruir el tejido social y político, gravemente dañado por la crisis de confianza que se ha extendido entre los ciudadanos. La crisis de legitimidad de las instituciones democráticas ya era grave antes de la pandemia y se ha profundizado todavía más en la oscuridad de lo que hemos vivido, en parte por la insensatez de una parte de la clase política. No está claro que seamos capaces de restaurar la convivencia en las condiciones actuales de desgarro y violencia latente si no somos capaces de afrontar todos estos retos colectivamente, por encima de nuestras diferencias, como comunidad de humanos.

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