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Tras el 14-F

Febrero va terminando envuelto en papel de lija. La atmósfera política es abrasiva. La coalición PSOE-Podemos siente una atracción incontenible por el juego de la ruleta rusa. La izquierda española suda y delira de nuevo como en el verano de 2019, como hipnotizada por la noche chorreante en un garito de Saigón días antes de la entrada del Vietcong. Solo que ahora habita en la Moncloa.

Los socios de la alianza agarran por turnos el Colt Python, meten una bala en el tambor y lo voltean con enérgica tersura. Leyes de igualdad. Clic. Regulación de los alquileres. Clic. Disturbios callejeros. Clic. Discusión sobre la monarquía. El índice se curva sobre el gatillo, el martillo retrocede…, clic.

La intensidad de los focos y el tiempo de exposición saturan la imagen política. Todos los ojos están cautivos de esa congestión infinita. Pero fuera del alcance de los reflectores, hay otra vida política. La política es el arte de lo que no se ve, gusta de decir Iván Redondo, spin doctor y jefe del gabinete del presidente del Gobierno.

La última noche electoral catalana, el ganador, Salvador Illa, hizo algo muy infrecuente. A la hora de los agradecimientos, los candidatos no suelen mencionar a sus asesores de comunicación. Se supone que el agradecimiento va incluido en el contrato y los spin doctors acostumbran a moverse con mayor comodidad y destreza fuera del haz de luz. Pero Illa citó a Redondo y a su adjunto en el gabinete de Pedro Sánchez, el sociólogo y politólogo Francisco Salazar, experto en la exploración de la opinión pública. Ambos estaban aquella noche en la sede central del PSC, en Barcelona.

Redondo, que ha desbrozado el camino de Sánchez desde la nada hasta la Moncloa, tiene gran influencia en el presidente, aunque seguramente no tanta como sugieren algunas leyendas político-periodísticas. La epopeya mágica atrae siempre más que la realidad cruda. Pero lo cierto es que la operación de recambio de Miquel Iceta por Illa como cabeza de cartel electoral se fraguó en el laboratorio de Redondo y Salazar en la Moncloa.

Tras el éxito de la operación Illa, ese laboratorio ya toma medidas, y las computa, en Andalucía. El resultado electoral catalán refuerza a Sánchez en el forcejeo con su íntima enemiga Susana Díaz para apartarla del liderazgo del PSOE andaluz. Y el castigo infligido al PP y C’s fortalece la esperanza de los socialistas de recuperar su feudo idiosincrásico del sur. Las elecciones andaluzas están más cerca de lo que parece, el año próximo.

Díaz recibirá en su momento una propuesta similar a la que le llegó a Iceta. El líder socialista catalán comprendió de inmediato la oportunidad y la profundidad de la jugada, también su utilidad. Pero Iceta, a diferencia de Díaz, no partía de una situación de hostilidad con Sánchez, todo lo contrario.

La andaluza ha reiterado esta semana su voluntad de seguir al frente del PSOE en su comunidad y de batirse con quien sea menester, la ministra María Jesús Montero incluida. Bien, es de manual que las partes se reafirmen antes de entrar en negociación, sobre todo cuando esta no es amistosa.

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