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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

PP: los dioses ciegan a los que quieren perder

Las culpas se las reparten la abstención y, cómo no, Luis Bárcenas;

Pablo Casado finge ignorar las evidencias de dónde procede su debacle

Los griegos establecieron que los dioses del Olimpo, siempre dispuestos a mortificar a los humanos, tan sádicos como el vengativo Dios del Antiguo Testamento, privaban de la visión a los hombres que habían decidido que se rompieran la crisma. «Los dioses ciegan a los que quieren perder». La sabiduría de los clásicos es incontestable. En esas estamos: alguien quiere que PP y Ciudadanos ardan en la hoguera. Corrijamos, en el caso de Ciudadanos su holocausto se ha confirmado: resta darle más o menos honrosa sepultura. Es de desear que no acabe como UPyD y su creadora, la estrambótica, políticamente desquiciada, víctima de sus reiterados fracasos, Rosa Díez. ¿Alguien se acuerda de ella? Lo grave es lo que concierne al PP que todavía preside Pablo Casado. Es asunto de Estado porque su desfondamiento conduce a que en España se instaure el modelo francés, donde la extrema derecha del antes denominado Frente Nacional de la familia Le Pen es la alternativa a la tecnocracia encarnada por el presidente de la República Emmanuel Macron. Allí han reventado tanto la derecha como la izquierda clásicas. Causa congoja atisbar que Marine Le Pen o alguien de su familia (se odian fraternalmente) acabe ocupando el palacio de Elíseo, sede de la presidencia de la República. Un regalo descomunal para Vox. Puede suceder porque antes se han licuado la derecha tradicional de los Republicanos y la izquierda del Partido Socialista. Macron tal vez sea derrotado en la primera vuelta de las presidenciales. En tal caso, que los dioses, otra vez, se apiaden del proyecto europeo.

Algo de eso empieza a vislumbrarse aquí: el desfallecimiento de la derecha clásica es notorio. Lo ocurrido en Cataluña, que siempre anticipa movimientos tectónicos que sacudirán las Españas, es muy serio. La izquierda clásica, la socialdemócrata, aguanta e incluso se fortalece. La resistencia del PSOE es de estudio. En España existen tres partidos capaces hasta hoy de superar adversidades sin cuento, los tres más veteranos, con historias centenarias, además de los socialistas están PNV y ERC. Será excesiva disgresión, pero en los tres casos la memoria histórica de los míticos tiempos de la Segunda República (se cumplirán en abril 90 años de su proclamación) y ser los perdedores la Guerra Civil opera a su favor. En la derecha española no hay nada parecido: va de refundación en refundación, busca el centro que nunca llega a encontrar. Vive atormentada entre la pulsión de la modernidad y la incapacidad de renegar de una vez por todas de la herencia autoritaria del franquismo. Vox, escisión del PP, pero también algo más, bastante más, la ha situado en posición muy complicada, a un paso de implosionar, de la irrelevancia. No es buena noticia. Muy malas nuevas para la estabilidad institucional. Pero es que Pablo Casado ha conducido al PP a bordear el abismo. Es él quien deteriora la arquitectura institucional con sus volcánicas actuaciones en el Congreso de los Diputados, para satisfacción de ese otro pirómano llamado Pablo Iglesias; es Casado quien rompe las costuras al negarse a renovar órganos constitucionales. Sus pactos vergonzantes con Vox le han hecho parte del trabajo a la extrema derecha. Se ha hecho tarde para desandar el camino. Vox no abandonará la escena. En el Parlamento catalán ha adquirido pleno derecho a representar a la derecha española: seis diputados derrengados de Ciudadanos y tres liliputienses del PP no dan para hacerle mísera sombra. Con todo, el PP se niega a aceptar lo ocurrido. Desalienta atender a las explicaciones ofrecidas por García Egea (la salubridad política exige enviarlo a casa), Javier Maroto y Martínez Almeida. El argumento exculpatorio es Bárcenas. Vox se relame pensando en el futuro. Alguien ha de convencer a la derecha de siempre que urge un cambio antes de que se evapore el tasado tiempo que le queda.

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