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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

¡Ay, algunos jóvenes de nuestra democracia!

Me mandaron el otro día el vídeo de un, al parecer, popular concurso de la televisión que combina la cultura general con trivialidades y debo confesar que, al visionarlo, no lograba salir de mi asombro.

Se trataba de que dos chavales con pinta de modernos adivinasen mediante una serie de preguntas muy sencillas a qué se estaba refiriendo el conductor del programa.

La primera pregunta era que se trataba de un conflicto social, político y bélico que había sucedido en el siglo XX en nuestro suelo.

En vista de que no acertaron a la primera, se les mentó el nombre de uno de sus protagonistas – La Pasionaria- , que había inspirado el Guernica, de Picasso, y se les dijo que se produjo un alzamiento que había dado paso a una dictadura. Y ¡ni por esas!

¿Cómo es posible, me pregunté, tamaña ignorancia de un hecho tan dramático de nuestra reciente historia? ¿Qué es lo que habían aprendido esos chavales además de a manejar tal vez sus móviles en busca de pasatiempos y tonterías? Vi también la otra noche un programa de debate político de una emisora privada en el que conocidos tertulianos se dedican muchas veces a gritar más que a escucharse a un joven de esos que llaman ahora «youtuberos».

«Youtuberos» e «influencers» parecen palabras de moda para designar a personas muchas de las cuales se dedican a promocionar artículos de consumo, actividad en las que los más avispados ganan al parecer millones.

Se trataba en el programa del hecho de que alguno de esos famosillos de las redes sociales hubiesen fijado su residencia fiscal en Andorra para evitarse aquí el pago de impuestos.

El youtubero que participó en el programa declaró estar al corriente con la Hacienda española, pero dijo comprender a aquellos de sus colegas que habían optado por eludir a nuestro fisco.

Sus argumentos eran que en España se pagan demasiados impuestos, que sólo sirven para embolsar el bolsillo de los políticos: puro populismo digno del partido de Santiago Abascal.

Alguno de los tertulianos, conocido por despotricar cada vez que sale el teme contra el sistema impositivo español, le dio al joven rebelde incluso la razón, pero otros, más a la izquierda, preguntaron al joven si no sabía que los impuestos servían para financiar la educación, la sanidad o las infraestructuras que utilizamos todos. No parecía el apasionado jovenzuelo ver la relación entre los impuestos que pagamos religiosamente los ciudadanos, al menos los que hemos cobrado siempre una nómina, y los servicios que a cambio está obligado a prestarnos el Estado.

Tal vez los dos casos que comento no sean del todo representativos, pero sí resultan al menos preocupantes por cuanto indican la falta que hace una formación cabal de las nuevas generaciones no sólo en lo referente a nuestra historia, sino también en algo tan fundamental para la convivencia como los valores cívicos.

Uno echa de menos aquella Educación para la ciudadanía diseñada por el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero de acuerdo con las recomendaciones del Consejo de Europa, pero que un ministro del PP de infausto recuerdo decidió eliminar en 2016 sin que desde entonces se haya vuelto a saber de ella.

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