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Mercè  Marrero

La suerte de besar | Escuchar

Admiro a las personas que saben escuchar. No son las que quieren dar su opinión a la mínima, ni las que envían mensajes mientras te oyen hablar. Son las que ponen toda su atención a tus palabras

Escuchar

No es fácil hacerlo bien. Me refiero a escuchar. Basta observar un poco. Miramos la televisión o hablamos con nuestra pareja, mientras enviamos un correo electrónico y acabamos de rellenar un Excel, al tiempo que mantenemos una videollamada. Me cuesta recordar la última vez que me senté delante de alguien a quien quiero y, simplemente, atendí a sus palabras. Sin tener prisas por irme a otro sitio, sin una interrupción telefónica o sin tener que poner el arroz al fuego. Me cuesta recordar la última vez que alguien me prestó atención de esa forma. A todos nos gusta ser escuchados, pero muchos tenemos problemas para poner nuestro oído a disposición del otro. Escuchar es estar atento, no es dejar que el otro hable y tratar de soltar tu opinión personal a la mínima de cambio. Eso es escucharte. A ti mismo. Y de eso andamos sobrados. Basta ver las tertulias en la tele o la retransmisión del pleno del Parlament. Si somos capaces de encontrar a una persona que esté realmente interesada en conocer la opinión de otra, podemos cantar bingo.

Escuchar lo que dice la naturaleza salva vidas. Hay profesionales que se dedican a prestar atención a los sonidos de la fauna marina y terrestre y a interpretarlos. Ellos dicen que, por ejemplo, antes de una tormenta, el bosque suena de una manera determinada o que al paso de un jaguar siempre le suceden unos segundos de silencio. En España, el experto en bioacústica Michel André se dedica a escuchar. Dirige el mayor archivo del mundo de sonidos de la naturaleza e investiga la incidencia del comportamiento humano en el entorno. Nada buena, por cierto. Alguien que es capaz de interpretar el sonido de los glaciares ha ganado diez puntos en mi ranking de agradecimiento, inteligencia, atractivo y sex appeal.

En la Universitat de les Illes Balears, un grupo de profesionales, dirigidos por la profesora y responsable del Grupo de Física Gravitacional, Alicia Sintes, también escuchan. En su caso, los sonidos del universo. En la quietud de quien sabe esperar y está entrenado para escuchar, lograron detectar cómo suena una fusión de dos agujeros negros. Atrapan las ondas, las interpretan y captan los sonidos de la materia en movimiento. Ondas gravitacionales que dan información sobre el universo, su expansión y el principio de todo. Caigo enamorada y rendida ante ellos. El cosmos es muy grande y nosotros muy pequeños.

Siento admiración por quienes prestan atención. A un agujero negro, al sonido de un bloque de hielo o a una amiga contando un problema. Para hacerlo bien hay que tener curiosidad, desarrollar una actitud y abandonar las prisas. Nada fácil dados los tiempos que corren. Netflix se ha sumado al carro de la vertiginosidad y, como ya hizo Youtube, permite ver las series multiplicando su velocidad por 1,50. Un amigo, sin tiempo para nada ni para nadie, ve colecciones enteras a cámara rápida. Según él, que se vanagloria de disfrutar de altas capacidades, no se pierde lo esencial. Yo, que dudo de tener alguna habilidad, creo que los pequeños detalles, como un silencio, una frase inacabada, una caricia o un guiño de ojos son la salsa de la vida. Así que, voy a invertir lo que queda del día en llamar a mis amigos para decirles que soy toda oídos.

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