Diario de Mallorca

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Miguel Vicents

Cien por cien mallorquín

La arquitectura mallorquina o de estilo mallorquín no existe, pero ha hecho fortuna en la isla como banalización o reinterpretación en serie de tópicos, oficios tradicionales y modos de construcción populares. Muchos arquitectos que en los setenta, ochenta y noventa regresaron a Mallorca llenos de ilusión tras licenciarse en las escuelas de Barcelona o Madrid, quisieron ser en un primer momento Coderch, Sáenz de Oiza o Moneo, pero terminaron rendidos a la casa de cubierta de tejas, arco en la entrada, grandes ventanales con persiana mallorquina y piedra, tanta piedra vista como fuera capaz de pagar el propietario. Y así hicieron fortuna a cambio de renunciar a todo menos al dinero. El modelo encontró también con los años su versión económica, de producción industrial y masiva, que llenó montañas enteras de Andratx y Calvià y permitió el desarrollo urbanístico de Marratxí, urbanizaciones con zonas que parecen salidas de un cuento de hadas alemán donde resulta muy difícil orientarse porque todas las viviendas son idénticas. La piedra desapareció de las fachadas y fue sustituida por los tonos pastel, los granates y todas las gamas del amarillo. Uno se va a Cala Fornells y en realidad se encuentra a la vez en Andratx, Puerto Portals, los altos de Son Vida y Festival Park . Para construir las nuevas casas mallorquinas más evolucionadas ya no hacían falta ni arquitectos. Diseñadores y decoradores se lanzaron también a firmar proyectos con el mismo modelo de éxito en versión superlujo o en infinitos adosados con paredes de papel. El reguetón arquitectónico se inventó en Mallorca y se reprodujo con similar ordinariez de forma sincopada hasta la extenuación. Así que ahora no se escandalicen por un murete de cemento forrado de piedra en la carretera de Sóller, llevamos décadas perfeccionando esa basura.

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