Toda una serie de elementos, más bien carencias y comportamientos, han contribuido esta última semana a generar mayor confusión y a incrementar las incógnitas sobre el proceso de administración de la vacuna de la covid-19, lo cual significa lo mismo que poner en cuestión el calendario deseable. Con tanta incertidumbre, la recuperación sanitaria y económica que necesita Balears es, ahora mismo, un acto de fe.

De una parte, al Ib-Salut no le ha quedado más remedio que reconocer el descontrol existente en el suministro y administración de dosis en las residencias de ancianos. Lo ocurrido con el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, no es más que el exponente más claro de este descontrol. El prelado fue vacunado en la residencia sacerdotal en la que no vive pero sí tiene habitación guardada, mientas otros curas jubilados esperan turno para poder entrar en ella. Después se ha sabido que hasta los jóvenes sacristanes de la catedral se han beneficiado de la vacuna a destiempo. En Pollença, la regidora de Servicios Sociales, Francisca Cerdà, con su silencio al requerirle explicaciones, ha sembrado fundadas dudas sobre su vacunación. Estas escenas, parcas en justificaciones, conforman la punta del iceberg de una desigualdad de trato que en nada conforta a la población y que reclama mayor transparencia y organización. Hace falta planificar una campaña de administración de vacunas que se caracterice por la ejemplaridad.

No resulta extraño que, en las condiciones actuales, el Consejo Interterritorial de Salud, en su sesión del pasado miércoles, se haya visto en la necesidad de recordar que la estrategia de vacunación incumbe por igual a los poderes públicos y privados y que no es solo una cuestión de responsabilidad, sino también de solidaridad. Son los expertos y los técnicos quienes deben fijar el proceso a seguir en base a criterios científicos y éticos «sin que sean admisibles atajos ni desviaciones políticas» dice el Consejo y confirma el sentido común.

Dependen demasiadas cosas de la capacidad de aplicar un sistema eficaz del fármaco preventivo de la covid-19. Esta misma semana distintos informes han coincidido en señalar que la economía de Balears es la que más ha caído con la pandemia, pero también que será la primera en recuperarse si las cosas se hacen bien. La temporada turística de este año sigue pendiendo de un hilo y sujeta a demasiados condicionantes. Los deseables corredores sanitarios carecen de concreción mientras Alemania mantiene la recomendación de limitar los vuelos a lo esencial y el Reino Unido aconseja posponer las reservas de plazas hoteleras.

El horizonte inmediato se mantiene muy complicado. Hay que trabajar con los instrumentos necesarios para poder despejarlo y dotarlo de claridad. En ello es fundamental la exigencia del cumplimiento de los contratos de suministro de vacunas por parte de las farmacéuticas. No se puede olvidar que si los laboratorios han podido elaborar el medicamento preventivo ha sido en buena parte porque han contado con fondos públicos. Su respuesta debe estar a la altura de las circunstancias y de la confianza depositada porque de ello depende la estabilidad sanitaria y económica de lugares como Balears. La recuperación de la normalidad, hoy por hoy, pende tanto de la remisión de la pandemia en las islas como de la de los países emisores de turistas y del conjunto del planeta.