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Jose Jaume

Desde el siglo XX | Obispo Sebastià Taltavull, váyase cuanto antes

A pesar de estar acreditado el cinismo con el que se manejan los altos cargos de la Iglesia católica, sorprende la caradura exhibida por el obispo de Mallorca

Vacuna contra la Covid-19. EP

Sebastià Taltavull recibió la primera dosis de la vacuna el 5 de enero en una residencia de sacerdotes en la que no vive. Lo hizo porque pretendía dar ejemplo y seguir las instrucciones del papa Francisco. El suyo ha sido ejemplo con efectos retardados, puesto que han transcurrido tres semanas antes de que se hiciera pública la buena nueva de que el obispo de la diócesis de Mallorca se ha parapetado contra el virus saltándose los protocolos establecidos. Vista la repercusión que ha tenido su decisión de dar cristianísimo ejemplo, que es deber de todo prelado de la Iglesia católica que se precie, de instruir a los fieles sobre cómo hay que actuar en tiempos de tribulación y crujir de dientes, sobre los que nos advierten los sagrados Evangelios, Taltavull, llegada la medianoche, la hora bruja, pide perdón por el malestar que haya podido provocar. El ordinario de la Diócesis mallorquina alega en su descargo, obviando el incomparable ejemplo que ha tenido a bien dispensarnos, que tiene habitación asignada en la residencia sacerdotal en la que se procedió a darle el ansiado pinchazo. Taltavull, al igual que sus antecesores, vive en el palacio episcopal, junto a la Seo, disfrutando de inigualables vistas a la bahía de Palma. Inigualables. Lo sé por haberlas paladeado en el transcurso de inolvidable cena agosteña a la que fui invitado por le obispo Teodoro Ubeda (han transcurrido tres décadas largas) acompañando a Andrés Ferret y Tirso Pons, a la sazón presidente del Consell de Menorca y diputado del Parlament.

Sebastià Taltavull, para qué vamos a andarnos con inútiles rodeos, ha actuado con la desvergüenza de otros cargos políticos en España: consejeros de Sanidad, alcaldes, altos funcionarios y el militar de más alto rango de las Fuerzas Armadas, que, eso sí, ha sido el más rápido en presentar la dimisión. Las excusas ofrecidas por el obispo Taltavull no son aceptables de no ir acompañadas de la inmediata renuncia al cargo. Demos por hecho que en la Nunciatura vaticana en Madrid se ha tomado nota de lo acaecido en Mallorca, entre otras razones porque llueve sobre mojado: Javier Salinas, el anterior prelado, salió de escena por la puerta falsa después de ser principal protagonista de sonado escándalo al encoñarse hasta las trancas de su secretaria, señora perteneciente a la que viene en denominarse alta sociedad. Dijo haber constituido con ella un grupo de oración. Sucedía que solo lo integraba la pareja, que a altas horas de la noche parece que en palacio se solazaban con el juego de la oca y tiro porque me toca.

La Iglesia católica de Mallorca lleva mala suerte con sus prelados: por una u otra causa le salen torcidos, alejados de las máximas evangélicas, las que especifican que los últimos serán los primeros. ¿Lo entiende monseñor Taltavull? El obispo se ha quedado sin brizna de autoridad para dirigirse a los católicos y ya no digamos para erigirse en autoridad moral de la sociedad de la Isla. Sebastià Taltavull, de tener un resto de dignidad, algo de la decencia que se supone adorna a un obispo, ha de presentar la renuncia mejor hoy que mañana. La torpes, absurdas excusas planteadas son ociosas sin dimisión de por medio. En la Iglesia católica acompañando al perdón de los pecados se incluye el propósito de enmienda y la imprescindible penintencia, tanto si es un dolor de contrición, por haber ofendido al Altísimo, o de atrición, el miedo a verse condenado al fuego eterno. No entremos en cuál de los dos dolores experimenta el atormentado Taltavull, pero sí podemos exigirle que cumpla la penitencia: vayáse cuanto antes señor obispo, porque aquí ha quedado marcado con letra escarlata. ¿Se le ha ocurrido pensar que al vacunarse para dar ejemplo, por supuesto, ha privado de la dosis a algún anciano de residencia que ve impotente y atemorizado las orejas al lobo? Hay algo llamado caridad cristiana, que siempre se ha de ejercer.

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