Diario de Mallorca

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Carmen Pérez Novo

Los efectos nocivos de la queja

La necesidad de ver las adversidades como oportunidades

Somos lo que pensamos a lo largo del día. Solo sentimos aquello que pensamos. Pensamos, sentimos y, a continuación, actuamos. Nuestro transcurrir por este misterioso planeta Tierra sería mucho más gratificante si tuviéramos pensamientos positivos. Pero, desafortunadamente, la mayoría son negativos. Positivos, negativos. Así funciona la vida. Porque la vida es cambio. Aquí, todo nace, crece, se multiplica y muere. El cambio es así. Es la norma en esta vida. La transformación es necesaria. Está implícita en esta vida. Y es que vamos a experimentar situaciones maravillosas. Pero también reveses, frustraciones y contratiempos. Nadie se libra de ellos. Pero en nuestras manos está el ver las adversidades como oportunidades para progresar, crecer, para desarrollar interesantes soluciones, tener vivencias diferentes, conocer a personajes únicos. Porque tener un problema en el trabajo, con un amigo, con los padres o con la pareja, sufrir un engaño, que te hayan atracado, robado el coche o la cartera, incluso, padecer una enfermedad no son más que diferentes situaciones en este misterioso transitar por la vida ¿Y dónde está la clave? Pues, señoras y señores, en no quejarse jamás. La queja causa mucho dolor emocional. Y enfermedad. El sufrimiento, la inconformidad, son una pérdida de tiempo y crean mucho malestar. Esto lo conocen muy bien las personas felices. Ellas saben manejar las situaciones y la percepción que tienen del mundo que les rodea. Porque la felicidad, en líneas generales, reside en la apreciación de lo que nos rodea. Y en disfrutar de aquello que podemos prescindir. Una vez que nos despojamos de toda necesidad neurótica, nos sentimos más libres, ligeros, armoniosos. Y así, con toda esta serenidad, no es posible lamentarse de las pérdidas, ni de la vejez y es más sencillo disfrutar de ella y abrirse a sus nuevas y maravillosas opciones. Porque, si no nos hemos quedado en el camino, nos hacemos mayores, pero también más sabios, disfrutamos de una mejor situación económica, hemos dejado atrás un montón de complejos, se aminora la vergüenza y apreciamos las pequeñas cosas; en definitiva, podemos disfrutar a tope de estas ventajas. El contacto con la naturaleza, con su esplendor y sencillez, es vital para darnos cuenta de todo ello. Ella nos dice que todo está bien, hasta nuestra propia muerte. Somos parte de ella y a ella volveremos, cuando hayamos terminado el transitar por este fascinante, enigmático y misterioso Planeta Tierra.

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