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Miguel Vicents

El poder del mal ejemplo

Los directivos de los hospitales de Mallorca que se han saltado el plan de vacunación en su propio beneficio tienen demasiado en común con los manifestantes que en la concentración motorizada del viernes en Palma abandonaron sus vehículos y se dirigieron en masa a las inmediaciones del Parlament para continuar con la protesta. Unos y otros, como actores de la escena pública por propia voluntad, son exactamente lo contrario de lo que Joe Biden quiso explicar en su discurso de investidura cuando se comprometió a recuperar el poder del ejemplo como modelo de liderazgo de Estados Unidos.

Los gerentes de los hospitales públicos quisieron ser los primeros en recibir una vacuna que un mes después solo ha llegado al uno por ciento de la población y, valiéndose de su cargo para saltarse el turno, se equipararon sin que se les cayera la cara de vergüenza a los sanitarios que luchan contra la pandemia en primera línea, cuando todavía restan por vacunar cientos de médicos y enfermeras que trabajan en las UCI y plantas covid de la sanidad privada de las islas. Su actitud fue egoísta, insolidaria y de una falta de responsabilidad enorme con las graves circunstancias provocadas por la crisis sanitaria.

Los líderes de la manifestación tampoco quisieron saber nada del poder del ejemplo. No satisfechos con el recorrido motorizado autorizado por la Delegación del Gobierno, bajaron de sus vehículos y se dirigieron en masa a las inmediaciones del Parlament, como si el coronavirus no existiera, como si aquellas escenas no pudieran suponer un nuevo brote de contagios que al final retrase todavía un poco más la apertura de comercios, bares y restaurantes y empeore su propia situación económica y la del resto de la población que cumple con las restricciones y recomendaciones sanitarias.

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