Conservo en mis archivos las primeras imágenes de Claudia Schiffer posando como modelo, algo que ocurrió en un mes de julio de hace (no quiero saber cuántos) años, no en Seychelles, sino en Playa de Palma, para inmediatamente después convertirse en portada no de Vogue, sino de un popular turoperador de turismo vacacional. Y, muy importante para cubrir mis espaldas, conservo el consentimiento firmado por su madre a causa de la minoría de edad de la muchacha en aquel momento, tan sólo dieciséis años. Al mismo tiempo, porque siempre he denostado el estilo y el mercado del paparazzi, he mantenido silenciada hasta el día de hoy la realidad de la imagen que ilustra este artículo, potente en sí misma, de un Barack Obama joven, sentado en el sillón de un barbero ubicado en Centro Habana. ¿Qué estaba haciendo en pleno ‘período especial’ este muchacho, nacido en el cool Hawaii, deambulando por las calles de un territorio comanche en el que desde hacía ya años todo apestaba a azufre? Y otra pregunta: ¿qué alcance y consecuencias tendría ahora esta imagen?

Lo que le pasó a Clinton con el affair del Despacho Oval hubiera sido una fruslería de niños si los del Tea Party, en su momento, se hubieran enterado de esto. Y no digo ya si hace unas semanas hubiera llegado a manos del golfista/golpista Donald Trump, recién despedido de su cargo de presidente. Pura gasolina para su ira y la ira de un montón de millones de patriotas muy patriotas norteamericanos. Esos super-neocon republicanos desde el principio dieron por segura y difundieron la contaminación islámica de Obama, les bastaba para ello la evidencia adherida a un certificado de nacimiento, pero el filo-comunismo juvenil del presidente negro era sólo una sospecha por confirmar... y esta sería la prueba irrefutable.

Tanto la Claudia de finales de los ochenta como el Barack de mediados de los noventa, en sus respectivos momentos, sabían más o menos quiénes eran, pero lo que de verdad ignoraban es quienes iban a ser, por lo que de manera inconsciente se metían en jardines comprometidos sin sospechar que décadas después podrían arrepentirse de haberlo hecho.  Algo que puede ocurrirle a cualquiera.

Para evitar confusiones necesito aclarar ciertas cosas: lo de Claudia es totalmente cierto. Constancia hubo de ello en varias informaciones bien documentadas en Diario de Mallorca de aquellas fechas y también en diferentes reportajes que narraron la primera experiencia profesional de la top-model alemana, publicados en revistas serias como Paris Match, la alemana Stern y la italiana Época. Respecto a lo de Obama y su inconsciente escarceo con tan poco recomendables compañías, tan sólo hago mío aquel genial dicho italiano de «si non è vero, è ben trovato».

Además de París, y más aún en los tiempos que corren, que nos quede por lo menos la ironía y el sentido del humor.